ES MI PROBLEMA

Mary tomó sus cosas y se dispuso a salir de casa de sus padres, como adolescente sabía que tenía que salir noche si quería divertirse en lo mejor de la fiesta, su padre la vio y le preguntó: ¿A dónde vas?, enojada Mary alcanzó a refunfuñar antes salir al carro donde sus amigos la esperaban; -Es mi problema y dio un cerrón a la puerta frontal de la casa de sus padres.

Mary subió a un carro con adolescentes, alcohol y cigarrillos, arrancaron a gran velocidad, dañaron incluso un carro estacionado, y el problema de Mary se volvió el problema del dueño del vehículo. Entre copas y enervantes el sexo casual y sin consciencia hizo que Mary tuviera un hijo, del cual el padre, un muchacho igual de joven, no quiso enterarse; el niño era cuidado por sus padres, y el problema de Mary se volvió el problema de sus padres. Mary desistió a la escuela, prefirió dejarla antes de continuar escuchando los sermones de atención de sus tutores, y el problema de Mary se volvió un problema para la escuela.

El niño creció, ajeno a un ambiente de emociones estables, sentía que era un problema y es que el problema de Mary ahora era de él. Su furia en la escuela a la que acudía la descargaba contra niños más pequeños y el problema de Mary ahora era el problema de aquellos niños. Pronto fue expulsado y no tuvo más escuela que la calle, comenzó a delinquir y el problema de Mary ahora fue el problema de todo el barrio.

Aumentó su vida y con ella su osadía, el robo ya no era suficiente, había lesiones y hubo un asesinato que perpetró. El problema de Mary ahora fue el problema de la familia dolida por la muerte de alguien. Cayó en prisión y el problema de Mary ahora fue el problema de toda una nación.

Las consecuencias de nuestras decisiones no son aisladas, no existen problemas individuales, un problema siempre es compartido y sus consecuencias son ramificables a tantos otros momentos y ocasiones que perdemos el rastro.

El mayor juicio de nuestra propia ciudadanía radica en entender que nuestro problema se extiende a los otros. La rebeldía parece hacernos sentir que estamos separados mientras continuamos juntos. Seamos sensibles a ello. Que tus decisiones sean movidas primero por tus principios, después por tus posibilidades y finalmente por tus deseos, no invirtamos el orden virtuoso por un falso hedonismo que falsamente nos hace sentir seguros.

Los límites que se imponen, desde la vida propia, la familia, las instituciones y la sociedad en general, nos dan velocidad y seguridad en nuestro tránsito, los límites te dan la certeza del camino y la confianza que así fue pensado, observado y construido. Imagina la sensación que se genera cuando las líneas de una carretera desaparecen en una noche lluviosa y oscura; disminuyes la velocidad, aprietas el volante y empieza una desorientación que conduce al miedo. Los límites existen para dar seguridad, pero los límites pueden traspasarse, con el daño que esto conlleva, las barreras no. Lo que se ama se protege.

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.