TODOS DEBERÍAMOS SER FEMINISTAS

ARIADNE H. 

El pasado 8 de marzo se conmemoró el día internacional de la mujer y, a raíz de esto, platiqué con un amigo sobre feminismo y le dije lo genial que sería que todo mundo, tanto hombres como mujeres, fueran feministas. Su vaga respuesta fue burlarse y decir que todo le daba igual, que le daba igual que las mujeres murieran a diario asesinadas y que estas fueran encarceladas por abortar. Si bien al principio justifiqué su indiferencia con un “bueno, es su opinión, cada persona puede tener la suya”, luego pensé “¿Qué pasa, entonces, si esta opinión se convierte en muchas, en miles?”. ¿De qué manera estamos, entonces, en la sociedad? ¿Vivimos inertes, sin hacer nada, sin movernos a la defensa de un movimiento que debería ser indispensable para todo mundo?

No solo el 8 de marzo es bueno para reflexionar del papel de la mujer en la sociedad, sino que es obligación hacerlo cada día, con cada una de nuestras acciones.

Chimamanda Ngozi Adichie, autora del libro que antes fue una charla Ted “Todos deberíamos ser feministas”, sale valientemente defendiendo la premisa: “todos deberíamos ser feministas”. Nos reta y nos dice lo peligroso y erróneo de la indiferencia.

Define feminista a todo aquel hombre y mujer que diga: “sí, hay un problema con la situación de género hoy en día y tenemos que solucionarlo, tenemos que mejorar las cosas, y tenemos que mejorarlas entre todos, hombres y mujeres”

La autora debate el uso idóneo de la palabra feminismo y el porqué debe ser feminismo, no “igualitarismo”, y dice que negar el uso de la palabra feminismo es fingir que las mujeres no han sido excluidas durante siglos, o negar que el problema de género pone en la punta de la mira a las mujeres.

Basta echar un vistazo a la historia para ver que la desigualdad es evidente y, no solo a la historia, sino a la sociedad en la que vivimos actualmente: es aterradora la cifra de mujeres que son asesinadas día a día, la cantidad de mujeres que son secuestradas, las mujeres que son encarceladas por abortar alrededor del mundo, las mujeres que son golpeadas, humilladas y despojadas de sus derechos más básicos. Sí, los hombres son también asesinados, pero según estadísticas los hombres son los que más matan a los hombres.

En su libro, la autora dibuja una situación horriblemente familiar: la de personas que medio aceptan una verdad universal y, sin embargo, en su pensamiento sigue un evidente rastro de machismo. Ejemplifica la situación de un grupo de personas que dice “sí, la violación está mal” y, simultáneamente, dice “Pero ¿Qué estaba haciendo una chica sola en la noche con cuatro chicos?”. ¿Es que acaso esto no se oye a diario, en cualquier lugar, actualmente? Basta platicar con unas pocas personas para saber que esta es una cruda verdad que debería de doler más a la sociedad.

La autora dice que, pese a todos los cambios legislativos y políticos que existen, nuestra actitud y mentalidad siguen pesando más. En cosas tan simples y cotidianas, como lo es el tema del sexo, nuestra forma de pensar sigue llena de prejuicios y opiniones mal fundamentadas. La autora dice que durante siglos se ha enseñado a la mujer a tener vergüenza y a silenciarse a sí misma, como si sentir placer con el sexo fuese no solamente impensable, sino imposible, haciendo del fingimiento todo un arte.

La realidad que retrata Chimamanda Ngozi Adichie es cruda y, sin embargo, horrible. En una sociedad donde los hombres están matando a las mujeres, es hora de que la sociedad despierte y deje de manejar peyorativamente la palabra feminismo. Es hora de dejar de ser cruelmente indiferentes.