ENSAYO SOBRE LA CEGUERA

ARIADNE H. 

La ceguera también es esto, vivir en un mundo donde se ha perdido la esperanza

Imaginad un mundo en el que la ceguera es una epidemia, contagiando a personas tan abruptamente que, de repente, una población entera se ve encerrada en un centro de cuarentena. Ahora, imaginad que ese centro se halla custodiado por policías y que las raciones de comida están tan controladas que esto es capaz de causar estragos de magnitudes magnificas; imaginad, por último, que la ceguera es tan blanca como lo es la leche.

Esto es lo que sucede en Ensayo sobre la ceguera de José Saramago. La premisa del autor portugués ya fallecido es simple en apariencia, pero bajo esta aparente facha de tranquilidad se esconde un discurso sobre el que es imprescindible reflexionar.

En la historia de Saramago solo hay una mujer que no queda ciega: la esposa del doctor. Es ella quien ve, quiera o no, los horrores de la verdadera naturaleza humana.

Ve lo capaces que son las personas de realizar actos inhumanos y ve el punto más bajo y decadente al que puede llegar un ser humano. Y, si se tuviera que resumir en una sola palabra lo que la esposa del doctor llega a notar, ésta sería decadencia.

La prosa de Saramago es exquisita y sencilla. Su narrativa está impregnada de cierta elegancia, pero también de ciertos tintes cotidianos que hacen de Ensayo sobre la ceguera una obra densa, pero disfrutable. Una obra que merece ser leída y examinada a fondo.

La esposa del doctor es la ventana que se encarga de hacernos ver a nosotros, lectores, lo crudo de la situación:  desde personas defecando en cualquier lugar sin aparente orden, hasta mujeres obligadas a cambiar sexo por comida.

De esto se encarga Saramago a lo largo de las páginas: de hacernos ver.

Nos obliga a mirar las horrorosas acciones de la humanidad, a enfrentarnos ante un retrato realista sobre la humanidad y un testimonio de una atrocidad que, desgraciadamente, no nos parece tan lejana.