“RÉPLICAS”

VÍCTOR BÓRQUEZ NÚÑEZ

Un deslucido Keanu Reeves, una historia que pudo ser poderosa pero no lo logró, con un relato inverosímil y mal estructurado, hacen que todas las posibilidades de esta película de ciencia ficción queden en cero. Una lástima.

La premisa del relato era fascinante: replicar en laboratorio la mente humana e insertarla en un dispositivo artificial, todo ello auspiciado por una oscura farmacéutica que, tal vez, sea la pantalla para operaciones siniestras.

El filme, un desastre de marca mayor que reduce todas las expectativas, haciendo una historia inverosímil, demencial, llena de lugares comunes acerca del científico obsesionado por manipular el cuerpo y extraer de él los secretos de la creación, tema que ha tenido filmes memorables, desde “Frankenstein” hasta “La mosca”, pasando por películas que han tenido como argumento la manipulación, la obsesión, el arrogante deseo de recrear la obra divina, con resultados catastróficos.

En “Réplicas” se arma un guion que no resiste análisis, incongruente en su desarrollo e incapaz de levantar vuelo, ni siquiera a través de un cierto humor que se desliza a través del único personaje simpático, al cual despachan de un solo disparo.

El protagonista (un deslavado Keanu Reeves) es el típico científico brillante, enfrascado en sacar adelante una investigación para transferir la memoria de una persona a una memoria artificial y finalmente traspasarla a un androide, lo que nos trae a la memoria la cinta “El hombre bicentenario” (1999), a “La mosca” (1986), relato fascinante que en el remake de David Cronenberg alcanza la maestría e, incluso, a la poética fantasía en clave romántica “La forma del agua” (2017).

Pero las comparaciones resultan odiosas, por cuanto este filme carece de toda poética y se encierra en unos pocos escenarios, mostrando de manera más que burda la imposible tarea de este científico para tratar de revivir a tres miembros de su familia, dejando a uno de ellos de lado, debido a la imposibilidad de contar con la tecnología necesaria.

El filme se sitúa en Puerto Rico, lugar donde han confinado al investigador junto a sus tres hijos y a su esposa, para que logre desarrollar la tarea de traspasar vida a un androide. Pero siempre los donantes que recibe no resultan las mejores piezas y todo termina mal, situación que podría redundar en su despido y la cancelación de ese proyecto.

Agotado ante la presión, el protagonista decide ir a navegar con su familia, en una embarcación prestada por un colega y amigo. Pero, a mitad de camino, producto de la lluvia sufren un accidente que significa la muerte de todos, excepto la del científico que en un dos por tres (y ahí ya el argumento se va de las manos del director), monta en su propio hogar el laboratorio en que replicará a los suyos, aunque deba sacrificar a la hija menor, porque no le alcanza la tecnología para los cuatro fallecidos.

Así, la película trata -sin lograrlo- de exponer la tensión eterna entre ciencia y ética, a la vez que demostrar cómo por medio del desarrollo científico y tecnológico es posible alcanzar niveles peligrosos, en el eterno afán del ser humano por alcanzar e incluso superar lo creado por Dios.

Con diálogos pobres y burdos, se eliminan las especulaciones acerca del peligro que esto trae para la Humanidad, dejando en evidencia la incapacidad actoral de Keanu Reeves que, tal vez, tenga como única performance meritoria la de “Mi mundo privado”.

En su conjunto se trata de un relato demencial, que pretende referirse a temas profundos acerca de la ciencia y su manipulación, logrando apenas entretener en su fórmula manida de thriller y ciencia ficción, con una secuencia final lamentable por la abundancia de lugares comunes y la falta de elegancia para redondear una historia que nunca despega.

Todo el filme es tan ilógico, tan desproporcionado en sus ambiciones y tan limitado en sus logros que cuando este científico se obsesiona con el poder científico y se pone a revivir a sus muertos con la facilidad de quien prepara un pollo al horno, el espectador se siente agredido en su inteligencia, porque no solo se pretende que todo este descalabro sea serio, sino que además estemos dispuesto a tragarnos a un Keanu Reeves que hace rato dejó de ser la estrella que “Matrix” suponía iba a alcanzar.

Dirigido por Jeffrey Nachmanoff, guionista de cintas como “El día después de mañana” y director de series como “Homeland” o “Chicago PD”, este filme ni siquiera alcanza una estatura media y se torna casi chistoso por su grotesco desarrollo y peor desenlace.

Hollywood, ¿qué te sucede?

Autor

Víctor Bórquez Núñez
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación