ZAGAL

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Transparency International es una organización, que desde el 1993, se ha dedicado a detener la corrupción y promover la transparencia, la responsabilidad y la integridad de todos los niveles y todos los sectores de la sociedad en el mundo.

Dicha organización tiene como producto estrella de investigación el Corruption Perception Index, que desde el 1995 publica anualmente y ofrece una visión del grado relativo de corrupción al clasificar a los países y territorios de todo el mundo que estén dentro de la organización. El índice, clasifica a 180 países y territorios según los niveles percibidos de corrupción en el sector público según expertos y empresarios, utiliza una escala de 0 a 100, donde 0 es altamente corrupto y 100 es muy limpio.

Esta semana se publicó el índice respecto del año 2018, y para la indiferencia de muchos, en México obtuvo una calificación de 28 puntos, que lo hizo caer 3 lugares con respecto al año anterior (alguna vez comentado en este espacio de opinión), situándose ahora en el lugar 138 de países miembros de la organización de transparencia, y último lugar dentro de los países pertenecientes a la OCDE, al igual que en la lista de los países del G20.

No cabe duda, que el resultado obtenido revela el fracaso por parte del anterior gobierno en su lucha contra la corrupción, y al mismo tiempo sienta un paradigma para que la administración actual se encargue de implementar las distintas recomendaciones -propuestas por la misma organización- que se resumen en mantener un esfuerzo continuo y sistemático con la consolidación del Sistema Nacional Anticorrupción, correcciones a las distintas acciones preventivas orientando la política anticorrupción hacia la sanción y el desmantelamiento de las redes de corrupción que operan a nivel nacional y gozan de protección política.

Queda a reflexión, que a pesar de estos los números lanzados por el índice, no se puede etiquetar a los países con calificaciones debajo del promedio como los países más corruptos del mundo, ya que el indicador solo percibe a la corrupción que se genera dentro del sector público, y no muestra un dictamen sobre niveles de corrupción de sociedades enteras y/o actividades dentro del sector privado.

Otro dato importante que arroja la estadística, es que los ciudadanos de países que obtienen una puntuación que los ubica en el extremo inferior del IPC comúnmente muestran una idéntica preocupación y repudio ante la corrupción que el público de países con un desempeño más destacado.

En el caso de México, yo considero que como sociedad vivimos en un duelo, en el que el repudio hacia la corrupción es inminente, pero al mismo tiempo la corrupción se ha filtrado como ideología, incluso como forma de subsistir, ya que dentro de los sectores más humildes de la sociedad, hay quien acepta la actividad corruptora como método de supervivencia. También es el caso del resto de las clases sociales, en donde se genera la común alteración al sistema de Estado de Derecho, por medio de un consenso a la no aplicación o incorrecta aplicación de la norma legal a cambio de una “recompensa”.

Queda a reflexión de todos, pero considero que el fenómeno de la corrupción, que pareciera no tener límite en el tiempo y espacio, ya que se puede percibir desde la misma Biblia, hasta en los periódicos de cada mañana, si se puede atacar, si todos como ciudadanos sintiéramos al Estado y todo lo que este engloba, como algo propio, y no como algo ajeno y a veces desfavorable.