UNA TAZA Y DOS DE CULTURA

EL PRÍNCIPE AZUL 

De niño recuerdo acudir a la tienda a comprar Mulan (1998), película donde salía un dragón similar a una lagartija y una joven se hacía pasar por un soldado para salvar al pueblo de China. No contaba que una de mis primas quisiera verla una, otra, y otra vez hasta que la videocasetera (mamá de los DVD, abuela de de los blue ray) no pudiera más y terminara trabada. Sentí un alivió, ya estaba empezando a pensar como me vería de Geisha.

Mucho se hablado de la aparente culpa que tiene el ratón de 90 años Mickey Mouse y todas sus producciones de un discurso donde la mujer tenía que ser sumisa, que debía de esperar a que un hombre fuerte, fornido y de preferencia galán de novela en horario estelar. Después vino el aparente cambio de discurso de Disney donde las princesas eran autosuficientes y elegían al galán que se les plazca, pero a final de cuentas ¿quién decide qué ver y que mensaje tomar? Nomás pregunto.

¿Quién no ha llorado con No me iré sin mi hija (1990)? Protagonizada por Sally Field, basados en hechos reales, comienza mostrándonos el escenario de una hermosa familia feliz, algo así como lo que queremos aparentar los domingos de comida con la abuela, hasta que hacen un viaje aparentemente familiar con la familia del marido a Irán, donde encuentra choques culturales, disgusto por sus orígenes, el marido “saca el cobre” y Betty (Sally Field) deberá hallar la manera de escapar y llevarse a su hija a su país de origen, toda madre después de ver esta película suelta frases como “Eso no es nada comparado con lo que yo haría por los míos” no lo ponemos en duda.

En el 2003 Julia Roberts estelarizaba La sonrisa de Mona Lisa, una película situada en los inicios de los años 50” que aborda la situación social en la que vivían las mujeres, los prejuicios que había ante temas como la sexualidad y la liberación femenina. En una escena podemos ver como las alumnas dentro de una universidad con mucho prestigio llevan materias que les servirán para ser buenas esposas ¿alguna que se quiera inscribir? ¿habrá turno masculino?

Llegó en el 2015 la película biográfica de Joy Mangano, encarnada por Jennifer Lawrence, cuenta la vida de la empresaria estadounidense que frustrada por las agotadores labores de limpieza en su casa, inventó un instrumento para limpiar los pisos que se podía escurrir sin necesidad de mojarse las manos y que en la actualidad factura alrededor de 150 millones de dólares, uno termina por ponerse a ver la cocina y decir ¿Qué invento para hacerme rico?

En el 2016 en la pantalla grande veríamos Figuras ocultas, donde conocemos a profundidad la vida de las trabajadoras del Centro de Investigación Langley, donde se vería la diferencia de oportunidades laborales en parte por el machismo y otro por el color de piel, presentándonos algunas de las desigualdades que sufrían las personas de color dentro de su propia área laboral, aunque en su momento se pudiera haber considerado “normal” y dentro de las leyes “Jim Crow” propugnaban la segregación racial. Uno al ver la película pudiera decir “como hemos avanzado, ya somos más iguales, hasta hubo un presidente negrito” ¿de verdad hemos avanzado por un pensamiento convencido de que somos iguales? O es porque parte de la sociedad así lo dictamina.

La primera Cruella de Vil, Glenn Close prestó su cuerpo para dar vida a Joan Castleman en La buena esposa (2018), donde debido al machismo en el que vivía a inicios de su carrera como escritora decidió ocultar su talento para “prestárselo” al marido, mismo que fingía demencia y sentía un gran orgullo de sus obras literarias mismas que le darían un Premio Nobel, fueron varías las mujeres que después de esto no dudaron en compararlo con algún caso similar que conocían, algo así como la prima de un amigo también hacía eso ¿Ya habrá dejado de suceder?

La lista es larga, podemos mencionar En tierra de hombres (2005), Arráncame la vida (2008), Volver (2006), Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel (2009) entre otras. La pregunta no es ¿cuál no has visto? Pudieran surgir varias, ¿qué tan diferentes somos de lo que plasman a lo que somos ahora? Como padres ¿fomentamos la igualdad y suprimimos las tendencias machistas que nos hayan heredado nuestras generaciones arriba? ¿queremos realmente un cambio en la sociedad o nos conformamos con destellos de luz de una igualdad utópica?

México es conocido como un país machista, definiendo el machismo como una ideología que defiende y justifica la superioridad y el dominio del hombre sobre la mujer; exalta las cualidades masculinas, como agresividad, independencia entre otras, mientras estigmatiza las cualidades femeninas, como debilidad, dependencia y sumisión.

Después de ver la anterior lista película de películas digna de un maratón en Netflix, creo que debemos de dejar de pensar en escribir con equidad e iniciar pensando con equidad. Dejar de lado el querer deformar la lengua que por si la tenemos retorcida queriendo agregarle las e o x por aquello de la equidad. Y empezar a PENSAR con equidad e igualdad. Así pasaremos de pensar ser como unas luchadoras como la joven guerrera, ser sumisas para complacer al marido como las alumnas de una academia para señoritas o ser las manos derechas del jefe por miedo a sobresalir en un mundo de machos a ser nuestras propias protagonistas.

La prima que vio Mulan hasta aprenderse los diálogos y convertirla hasta estas fechas una de sus películas preferidas, no pierde de vista que la película aparte de entretenerla le hacía pensar en ser una mujer más fuerte y capaz de todo con tal de lograr sus objetivos, algo así como la novela de Teresa pero sin el materialismo y los comerciales, una muestra que las artes pueden influenciar en nuestro pensamiento ¡Claro que puede ser positivo! Para los hombres o machos o varones o como quieran ser llamados esto es para reflexión, ¿estamos viendo y haciendo algo por la igualdad? O con dejar a la esposa trabajar cumplimos con nuestra cuota, el machismo no ha desaparecido sigue allí. La cura esta en la educación e iniciativa que empieza desde la casa…ahora si ¿quién me cocinará la cena?

Autor

Sergio Arévalo