Familiares viven doloroso proceso de identificación

Foto: @omarfayad

TLAHUELILPAN, Hgo. La gasolina que, literalmente, llovió por un día en Tlahuelilpan, no trajo abundancia.

El entusiasmo con el que cientos de pobladores recogían el combustible de la toma clandestina terminó de tajo con un largo grito que ahora ya no escuchan, pero seguro recuerdan, publicó Excelsior.

En el campo donde ocurrió la explosión quedaron rastros del desorden que hubo durante la rapiña y el caos posterior por el incendio. Garrafones y otros recipientes se amontonaron con zapatos, signo inequívoco de una huida apresurada.

«Estaba la fuga como una fuente a todo lo que da. La gente se amontonaba a recolectar, era sorprendente ver cómo arriesgaban a sus hijos. Mujeres y niños entraban a sacar combustible. Parecía una fiesta ahí abajo del chorro de hidrocarburo», narró Alejandro Torres, un joven periodista local que documentaba los hechos.

Tras el fuego que hizo arder decenas de cuerpos, la contención de la emergencia y el retiro de los cadáveres del predio donde explotó la toma clandestina, empezó el otro martirio: la dolorosa búsqueda e identificación de los desaparecidos.

Desde temprano, cientos de pobladores regresaron al lugar de los hechos para tratar de saber si alguno de sus familiares está entre los muertos o se resignan a iniciar una peregrinación para hallarlos.

A las 4:15 de la mañana de este domingo, Pemex dio por controlada la situación en la “zona caliente” de la explosión. Ahí, peritos levantaron cualquier evidencia que ayude a identificar a alguna de las víctimas calcinadas. Lo que fuera: un cinturón, una pieza de joyería, un trozo de ropa pegado a la piel, las llaves que encontraban en la bolsa del pantalón.

Raúl Arroyo, procurador estatal, informó que nueve cadáveres hallados en el lugar fueron identificados plenamente. Otros 54, por el estado de carbonización, deberán someterse a pruebas de ADN y su reconocimiento tomará un tiempo considerable.

En el Centro Cultural Regional de Tlahuelilpan se concentró la información sobre heridos y desaparecidos. En un pizarrón se puso un listado de, al menos, 71 personas que ni han ingresado a ningún hospital ni han sido identificadas en campo o gabinete.

Ahí, Arely Calva muestra en su celular fotos de sus hermanos Alfredo y Yonathan. Uno es agricultor y otro, maestro. Ambos necesitaban combustible para realizar sus labores, afectadas por el desabasto de hace días. También se busca a Marco Antonio San Juan, de oficio panadero…

El auditorio municipal, la biblioteca y el Colegio de Bachilleres se habilitaron para dar información sobre lesionados, pero los pobladores acuden a pegar en paredes y ventanas carteles con fotos y datos de sus familiares ausentes.

Entre ellos se cuenta a Jesica y Valentín, esposos de 24 años de edad, con dos hijos de nueve y tres años.

«Hay confusión, las autoridades dicen que son 67 desaparecidos, pero el pueblo dice que son más de 100, jóvenes, niños, mujeres», narró María Elena, familiar de los jóvenes.

Un grupo busca a Jovita Gisela. «Es mi prima, sabemos que salió a curiosear. No llevaba cubeta, no traía nada, quería saber qué pasaba, pero a partir de lo tarde no sabemos de ella», narran. (EXCELSIOR)