A LA BÁSCULA

¡FELIZ AÑO 2019!

Un amigo me decía en alguna ocasión que cada vez que se llega el fin de un año y el inicio de uno nuevo solíamos escuchar o hacer la expresión: ‘El que entra será un año muy difícil, se nos avecina un año muy complicado’. Y él mismo se y me preguntaba ¿de los recientes hay algún año que haya sido sencillo, fácil? Y remataba diciendo: entonces que no nos espante eso de que se avecina un año complicado, todos los anteriores lo han sido y hemos logrado salir adelante no sin haber superado un buen número de obstáculos.

Este 2018 se está extinguiendo y 2019 está a punto de encender su luz que nos iluminará para convertir los 365 días que estarán por delante, en 365 oportunidades para ser mejores cada día para bien propio, de nuestras familias, de nuestra región, de nuestros estados de Coahuila y Durango y de nuestro país; mejores como personas, como ciudadanos, como profesionales de la actividad a la que nos dediquemos.

Quizá lo que hace distinto al momento coyuntural, es el recientemente cambio de gobierno federal que a pesar de haber pregonado que iba a dar ‘abrazos, no balazos’, y que prefería e impulsaría a ‘becarios, no sicarios’, ha polarizado todavía más el ya de por sí enrarecido ambiente social que se generó desde las campañas electorales.

Aunque me parece que no hay un orden en las medidas que se han venido adoptando en este primer mes de gobierno, que permitan ver una adecuada estrategia debidamente planificada, y que se han inventado ‘errores’ de dedo y de otra naturaleza para justificar intentos de ‘madruguetes’ en el tema de la autonomía y presupuesto para las universidades y en este último rubro para actividades como la cultura, el campo, la educación, el servicio exterior mexicano y un larguísimo etcétera; hay algunos tremas que, lo he mencionado en anteriores entregas, tienen un fondo importante pero las formas que se han utilizado son tan silvestres y trompicadas, que dan la impresión de que no hay quien asesore o cabildeé los temas que le interesan al Presidente.

En la pasada administración federal, siempre lo insistimos, las áreas de comunicación e imagen y de asesores, fueron un rotundo y monumental fracaso. Enrique Peña Nieto es el presidente que ha terminado con el más bajo nivel de aprobación en toda la historia moderna de nuestro país, y sin embargo las áreas mencionadas ejercieron un meta presupuesto jamás comparado con ninguna administración que le antecedió.

Los resultados al final, fueron diametralmente opuestos al presupuesto que se ejerció, y la administración peñanietista quedó marcada por la corrupción, la impunidad, la violencia, y hasta de asesinos por los hechos de los 43 estudiantes desaparecidos, de Ayotzinapa. Su equipo nunca supo cómo manejar esa crisis, y un tema que competía a una policía local en Iguala, Guerrero, les fue endosado al ciento por ciento al Gobierno Federal.

Aquél 26 de septiembre ¿Peña Nieto despertó y pensó en desaparecer o asesinar a 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa, él dio la orden? ¿Lo hizo el secretario de la Defensa, el Comisionado de la Policía Federal? Y sin embargo nunca se pudieron quitar de encima el sello de gobierno asesino, acusación que llegó de muchísimos frentes opositores al gobierno en turno, sobre todo de los grupos que hoy ya no son oposición, sino gobierno.
En el naciente gobierno de Andrés Manuel López Obrador, hay señales –y lo hemos dicho y escrito en diferentes espacios–, de que no se cuenta con un equipo de asesores, de cabilderos o si los hay no sirven para maldita la cosa, o bien todo mundo se tiene que replegar a lo que vaya pensando a cada paso el propio Presidente. Al interior ya no del gabinete, pero sí de su equipo morenista, la única voz disidente que se levantó en un momento dado fue la de Ricardo Monreal, pero parece que ya se apagó también.

Y no por otra cosa, pero al Presidente le hacen falta voces críticas al interior de su grupo, de su equipo de trabajo, alguien que le sepa decir que no, cuando lo que piensa hacer o decir le va a acarrear más problemas que soluciones, pero además necesita quien le encamine y oriente para socializar –o ‘tropicalizar’, dirían los modernos– algunas de las buenas iniciativas para darle una buena forma a problemas de fondo, y cuyo problema en este primer mes es justamente las pésimas formas elegidas para ser presentadas en sociedad.

Alguien que le sepa aconsejar al Presidente que ya no puede –no debe– reaccionar como el bravucón de barrio, adjetivando y denostando a sus críticos; alguien que le recuerde que ya ni es oposición ni candidato en campaña, sino presidente Constitucional en funciones. En la medida que López Obrador se vaya serenando puede ir navegando en aguas más tranquilas, pero si sigue manoteando con los remos en la mano, puede quebrar uno de ellos o provocar daños en la embarcación que le pueden ocasionar que le empiece a entrar agua y le dificulte su navegar.

Con todo y contra todo, uno espera que las aguas poco a poco vayan regresando a su nivel, que el barco se estabilice y empiece a navegar sin sobresaltos. Con todo y contra todo, uno espera que al presidente le vaya bien, para que al país le vaya bien, para que a todos los mexicanos nos vaya bien.

Es cierto, el que viene se advierte como un año lleno de complejidades, pero vuelvo a la pregunta del principio ¿alguno de los años recientes ha resultado sencillo, nos ha sido fácil? Cada uno desde la trinchera que nos toca, ofrezcamos nuestro mayor esfuerzo, en espera de construir cada día un México mejor, que sea al menos mejor que el que recibimos de nuestros padres el que dejaremos a nuestros hijos y nietos.

Y, otra vez, con todo y contra todo, quiero desearles a todos un ¡Feliz año 2019!

laotraplana@gmail.com
@JulianParraIba