DE BUENA FUENTE

Viacrucis…

Pasaban apenas las 10:30 de la mañana cuando llego a la sede de la Fiscalía estatal, región sureste, para concluir el trámite de entrega de un vehículo en Asuntos Viales.

Me presento con el guardia, y amablemente me pregunta qué tipo de asunto voy a tratar.

-Vengo por el documento para me devuelvan el carro, que está en Grúas Saltillo.

De inmediato me entrega un cartón con el número 11 y me pide acuda a registrarme en recepción y espere a que me llamen.

Cumplo con la instrucción, y tomo asiento.

Pasa una hora, y solo se escucha que llaman a los asignados a denuncias, por lo que me acerco a recepción y pido conocer en qué número van para atención de Asuntos Viales.

El licenciado a cargo, me mira con desdén, y ordena que vuela a sentarme, que ellos me llaman.

Regreso a mi lugar, hay casa llena, miro las caras de hastío de los comparecientes, y mejor tomo el celular para distraerme.

En eso, del interior de las oficinas, comienzan a aparecer ramilletes de agraciadas chicas, y convierten el lugar en un desfile de moda, con andar educado y vestimentas propias de modelos.

Es que ya son las 12:30 y las secretarias salen a comprar tacos, gorditas y refrescos, algunas de contado, otras de fiado.

A las 13:30 me acerco de nuevo al módulo de información, y uno de los abogados responsable se apiada de un servidor, y pregunta con qué agente del Ministerio Público fui asignado.

-Con la licenciada Mónica Ruvalcaba, respondo pacientemente.

El jurisconsulto me pide regrese a sentarme y un ratito me habla.

A las 14:15 se cumple el ratito, y aparece en recepción la Agente del Ministerio Público, Mónica Ruvalcaba, me pide acercarme al módulo, y de pronto, me reclama:

¿Quién le dijo que viniera conmigo?, yo no estoy atendiendo a nadie, estoy ocupada en otras cosas.

Respiro profundo, -aún traigo el sabor de unos chicharrones de 10 pesos para engañar al hambre- le muestro el documento oficial con su nombre, y exclama:

Es mi nombre, pero yo no lo voy a atender, le toca al licenciado Fernando, y Reginaldo, ellos están de guardia.

Mi rostro comienza a transformarse en una masa de coraje e importancia, me pongo en modo, “me vale madres”, y por fortuna aparece Reginaldo Saldívar, que me invita a pasar a su oficina, luego de cuatro horas.

El trámite es sencillo, más con la charla amena de Saldívar Rueda, que pide disculpas por la tardanza y me explica que tuvo que ir al penal para entregar al violador serial.

Me entrega el ansiado documento, y al despedirnos, me percato que mi nombre está mal escrito, por lo que Reginaldo vuelve a su oficina, pero ya no hay papelería.

Cinco minutos después, casi me vuelvo loco de gusto al tener en mis manos el documento para recuperar el auto, Grúas Saltillo.

Cuatro horas de espera para recuperar el auto, valen la pena.

Autor

Ulises Salas
Columnista
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