EL MESÓN DE SAN ANTONIO

 

La Brújula

No sé si le ha pasado estimado lector, pero hay momentos en la vida en que uno se siente más perdido que de costumbre, situaciones en las que nos preguntamos si estamos caminando hacia adelante o nos estamos devolviendo, si la senda que estamos transitando nos llevará a sitio seguro o nos alejará del camino correcto.

Bueno, a mí me ha pasado, he tenido esos momento en los que me siento desubicado, que no sé ni para dónde darle, y es ahí cuando pienso, deseo, que ya hubieran inventado una brújula existencial que nos indicara, como la rosa de los vientos, para dónde queda el norte de nuestra vida.

En vista de que no se ha desarrollado tan indispensable objeto, me quedé pensando en la importancia de la brújula para la historia del hombre, la que con su aguja imantada nos indica en dónde está el norte, para dónde debemos avanzar si queremos llegar a tal lugar.

Antes del invento de la brújula, los marineros navegaban guiándose por las estrellas, un método no siempre confiable ya que durante el día o cuando las noches eran muy nubladas, sencillamente navegaban a la deriva. Por eso la brújula fue un invento sumamente importante para el descubrimiento de civilizaciones y el conocimiento del mundo.

Fernando de Magallanes fue el primer hombre del planeta en lograr una circunnavegación completa en 1522. Y es que, además de su conocimiento científico vanguardista y su arrojo ibérico, Magallanes contaba con un instrumento imprescindible que orientó todo su itinerario marítimo… así es, adivinó estimado lector.

Aunque los datos son imprecisos, está establecido que la brújula se inventó en China en el siglo IX aproximadamente, e inicialmente consistía en una aguja imantada flotando en una vasija llena de agua. Después fue mejorada para reducir su tamaño y facilitar el uso, cambiándose la vasija de agua por un eje rotatorio y añadiéndose una “rosa de los vientos”, que es el símbolo en forma circular que tiene marcados alrededor los rumbos en que se divide la circunferencia del horizonte: note, sur, este y oeste, y que sirve de guía para calcular direcciones.

El funcionamiento de la brújula se basa en el magnetismo terrestre, por lo que señala el sur magnético que corresponde con el norte geográfico.

Previo al desarrollo de la brújula, los griegos crearon un maravilloso instrumento al que llamaron “Astrolabio”, que permitía determinar la posición y la altura de las estrellas sobre el cielo. Etimológicamente, la palabra astrolabio puede traducirse como “buscador de estrellas” y era usado por los navegantes, astrónomos y científicos para localizar los astros y observar su movimiento, para determinar la hora a partir de la latitud o para averiguar la latitud conociendo la hora. De hecho, los marineros musulmanes a menudo lo usaban para calcular el horario de oración y localizar la dirección de La Meca.

Y por si algún día pasa por el Museo Nacional de Kuwait, estimado lector, no deje de contemplar el astrolabio más antiguo que se conserva, construido por el astrónomo persa Nastulus allá por el año 927.

Y bueno, aunque el astrolabio tenía un diseño muy bonito, en el mar abierto con noches de tormenta resultaba totalmente improductivo. Así que la brújula siguió evolucionando hasta que a mediados del siglo XX, la brújula magnética empezó a ser reemplazada por sistemas de navegación más avanzados y complejos, como la brújula giroscópica que se calibra con láser y los sistemas de posicionamiento global. Sin embargo, la brújula aún es muy popular en actividades que requieren alta movilidad o que impiden, debido a su naturaleza, el acceso a energía eléctrica, de la cual dependen los demás sistemas. Éste sin duda, es un gran punto a favor de la brújula.

Así pues, querido lector, ¿no cree usted que resultaría fascinante desarrollar una brújula que nos guiara cuando nos sentimos perdidos?, ¿o un astrolabio de plata que nos mostrara el camino de las estrellas? Aunque claro, habrá quien me diga que nuestra “brújula antropológica” que orienta nuestro itinerario existencial es la conciencia pero, ¿confía usted plenamente en ella?

 

Autor

Alfonso Vazquez Sotelo