MIGRACIÓN Y DESGRACIA

A pesar de las maravillas que hemos construido, hoy podemos visitar los cinco continentes viajando con rapidez en un par de días, comunicarnos inmediatamente a cualquier lugar del mundo, hoy hemos conquistado la luna, marte y el espacio, hemos vaciado los abismos y alcanzado los cielos, pero aun no logramos la paz.

Sigue perdurando el desánimo y aunque la ciencia ha vencido a la enfermedad el suicidio nos sigue recordando nuestro fracaso. Aunque hoy conocemos más el mundo, nos hemos encerrado más. Conversamos en redes sociales con cualquiera, pero con extrañeza nos resguardamos del propio vecino. Aunque viajamos con mayor facilidad pareciera más difícil entrar a cualquier país. Pareciera que la voz hoy es más audible pero también más hueca. Hoy más gente nos puede oír, pero menos gente quiere decir algo de valor. Acaparamos más, pero tenemos menos.

Dios no puso fronteras, porque no nos hizo diferentes, quizá el mundo era más feliz cuando no conocíamos las palabras tuyo y mío, pero hoy si lo sabemos y los pueblos se resguardan temiendo por igual al malvado y al extraño, al criminal y al desconocido. Sin saber que cada uno es tan diferente al otro.

El derecho internacional reconoce la existencia de desastres naturales y originados por el hombre, siendo los segundos de tipo industrial o político. Hoy estamos presenciando un exilio a consecuencia de esos desastres. La gran marcha que observamos en la caravana de migrantes hondureños expresa la gran tragedia de cada población por las que va pasando.

Aunque nadie debería ser ilegal en su propio planeta, los pueblos, orgullosos al final, han resguardado durante siglos sus fronteras, esto es mundialmente aceptado y ningún gobierno ha declarado la inexistencia de sus límites. Hoy vemos en la caravana de migrantes que recorren nuestro país, no solo la trascendencia a futuro de las decisiones que a final de cuentas constituyen un mensaje para el mundo. Sino también constatamos, como se hizo cuando se vivió la primera guerra mundial, que el hombre es el lobo del hombre.

No debo hablar yo para describir la voluntad del hombre, mejor que lo haga la poetisa Wislawa Szymborska, quien describe con magisterio y verdad el meollo de este asunto:

 

La cebolla es diferente.
De vísceras, es carencia.
Es cebolla hasta la médula,
a la cebollil potencia.
Cebolluda hasta el meollo,
acebollada por fuera,
puede calar sus adentros
con mirada certera.

Nosotros, salvajez y barbarie
envueltas en fina piel,
el infierno de lo interno,
y anatomía ardiente.
Pero en la cebolla hay sólo cebolla,
ni intestinos hay ni hiel.
Múltiples veces desnuda,
nunca jamás diferente.

Es un ente coherente,
es una obra maestra.
Una y luego otra dentro,
grande a pequeña abarca,
y pequeña es la grande de otra,
que será tercera o cuarta.
Una fuga hacia el centro.
Eco de batuta diestra.

La cebolla tiene esencia.
Su vientre es una bealdad,
que sólo nimbos reviste,
y es su mayor cualidad.
Nosotros: grasa, nervios, venas,
más mucosa y secreción.
Y nos ha sido vedada
su muy idiota perfección.

Yo Soy Héctor Gil Müller, y estoy a tus órdenes.

 

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