El gran reto, generar respeto por Zapalinamé

Como sociedad debemos ser responsables de nuestros actos y si bien hay seguridad de que no fue algo premeditado, la consignación de quienes provocaron el incendio ocurrido a principios de abril en la Sierra de Zapalinamé, sienta un precedente para que los ciudadanos se enteren de que hay personas consignadas por un delito ambiental y en un futuro, de volver a ocurrir, las consecuencias serán las mismas.

Así lo consideró Sergio Carlos Marines Gómez, director de la Reserva Natural Estatal Sierra de Zapalinamé, respecto de las consecuencias aplicadas a los jóvenes que signaron un convenio de trabajo comunitario para reparar el daño a la zona, pero a poco más de un mes desertaron de su labor.

Profauna fue invitada para apoyar en la guía de los trabajos comunitarios de los jóvenes, que realizaron en el Cañón de San Lorenzo, donde acudieron alrededor de un mes en el que se destacó su empeño; sin embargo al dejar de acudir, dejó en claro que son las autoridades competentes las encargadas de dar el seguimiento.

Comentó que “todos perdimos” al incendiarse el Cañón ya que en el área siniestrada se deslizaron toneladas de suelo y rocas, lo que terminó en mayor escurrimiento, que derivó en que el agua se llevara el camino, lo que finalmente fue un costo económico que debieron asumir grupos empresariales y de sociedad civil. Ello sin contar el impacto ambiental.

“Yo pienso que no es necesario que tenga que pasar esto para que nos hagamos conscientes, la verdad la gente yo la he visto que va a disfrutar del Cañón de San Lorenzo y la Sierra de Zapalinamé en general y tienen que estar conscientes de que un descuido puede causar un daño no solo al entorno sino a ellos mismos; hemos tenido muertes de visitantes que cometen errores”, expuso.

Explicó el entrevistado que luego del incendio se redujo mucho el número de visitantes, principalmente de primera vez, sin embargo se implementaron recorridos de vigilancia principalmente los fines de semana para que los guarda parques puedan hablar en forma directa con quienes acuden, no obstante se han localizado nuevamente personas que intentan encender fogatas pese a que está prohibido por la ley .

 

REFORESTACIÓN

Una vez extinguido el incendio ocurrido a principios de abril de este año, se llevó a cabo una revisión del sitio para ver la magnitud del daño y se determinó que fueron 150 hectáreas las afectadas algunas de ellas que coincidieron con una parte también afectada por otro siniestro ocurrido en 1998.

Expertos del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), realizaron un estudio de seguimiento de la micro fauna y flora, por lo que inmediatamente después del incendio se levantaron muestras para ver cuál era la composición microbiana del suelo y luego de un año se volverá a evaluar para ver cómo se ha recuperado; esto marca un precedente, pues anteriormente no se tenían parámetros para medir el impacto del fuego en el suelo.

La mayor parte de lo que se quemó fue matorral de encino que tiene una capacidad de tolerancia amplia al fuego, por lo que muchas plantas si bien se quemaron no murieron, lo cual facilitó la retención de gran parte del suelo y  que actualmente ya exista vegetación en el área quemada.

“Optamos por no reforestar el sitio para no dañarlo más, porque las plantas aunque estaban vivas estaban quemadas y a lo mejor el tránsito del personal podía dañar más que ayudar”, además de la peligrosidad del sitio que tiene pendientes en el 60 por ciento del área, además de acantilados y barrancos de piedras que constantemente se precipitaban.

Profauna como organismo que ha trabajado más de 20 años en la sierra no cree en la reforestación como forma de restaurar, sino que utiliza otras medidas como exclusión de actividades de alto impacto, ya que ha descubierto que las plantas que nacen por sí solas crecen el doble de rápido y no cuesta como área protegida producirla y mantenerla, por lo que el procedimiento después de una afectación es cercar el área para dejar que la naturaleza actúe.

Además, reforestar significa introducir una sola especie en sitios que se caracterizan por su gran diversidad  en plantas, además de que las plantas producidas en los viveros mantienen desventajas respecto a las que nacen por sí solas.

No obstante sí se cree en su poder como fenómeno social donde las personas beneficiarias de los servicios de la sierra despiertan su sensibilidad respecto a lo vulnerable que es el entorno, su espíritu de colaboración y les hace sentir parte de un proyecto.

Por ello y debido a la gran respuesta de la sociedad, se abrieron varias reforestaciones de tipo social con grupos de montañistas, en áreas que no fueron las afectadas en esta ocasión; incluso maratonistas realizaron una carrera vertical en la que subieron más de 500 metros con el fin de plantar un pino que llevaban con ellos en la parte alta de la sierra.

El objetivo no fue restaurar, pues el área a cuatro meses después de la quema ya tenía vegetación sino que se aprovechara el movimiento social de manera positiva.

 

LLUVIAS AYUDAN, VUELVE LA VIDA

Las lluvias de las semanas anteriores lograron activar en al menos cuatro ocasiones la Cascada de San Lorenzo, por lo que a pesar del daño la sierra y el cañón están cumpliendo actualmente con la función de proveedores del vital líquido. Además no ocurrió el efecto «de película» que impidiera la infiltración del agua, pues los encinos no cuentan con la resina que evita este proceso, de manera que los manantiales están activos.

No obstante el área, de acuerdo a la evaluación que se tiene de la que se quemó hace 20 años, podría estar recuperada en el mismo período en cuanto a su parte arbórea, con ayuda de pastos y arbustos; sin embargo la comunidad que se quemó fue de pino prieto, que también depende del fuego para reproducirse, pese a que en esta ocasión fue con baja humedad y alta temperatura lo que quemó gran parte de la semilla por lo que será de manera más lenta.

Y es que precisamente la que se quemó en 1998 ya cuenta con una franca recuperación; el entrevistado destacó que gracias a las acciones se han reducido considerablemente los incendios pues antes precisamente de esa fecha, ocurrían al menos anualmente.

“Es muy complicada la ecología del fuego en los ecosistemas, pero tenemos especialistas y asesores que nos ayudan a tomar las mejores decisiones”, en este sentido aclaró Marines que el estudio del INIFAP tardará años pero cada 12 meses se dará un informe parcial con muestras que determinen los cambios en el suelo y flora.

En tanto, la fauna ya ha regresado y en el caso del oso negro, auras y halcones acudieron casi de inmediato para alimentarse de los animales muertos; las guacamayas enanas regresaron poco después para descansar pues al estar desprovisto el sitio de la vegetación, tienen mejor visión de depredadores.

Se tuvieron pérdidas en reptiles que no alcanzaron a huir, pero la presencia de animales que se comen las semillas caídas, también ayuda a la recuperación del lugar. Por ahora se tiene una evaluación de Profauna para observar el comportamiento animal, que consiste en mensualmente revisar los cambios y qué especies van retornando o qué nuevas especies se incorporan al entorno. (ESMERALDA SÁNCHEZ | INFONOR)

 

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