CARRILLO OLEA: TORPEZAS DE LA INTELIGENCIA

JOSÉ VEGA BAUTISTA

Jorge Carrillo Olea nació en Jojutla, Morelos, el 19 de noviembre de 1937; es General en retiro, coronel de infantería y licenciado en administración militar por la Escuela Superior de Guerra.

Actualmente es considerado, Especialista en Seguridad Nacional y Servicios de Inteligencia. Inició su militancia en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en 1963 y dentro de su actividad pública destacan los cargos de jefe de la Sección Segunda del Estado Mayor Presidencial, entre 1970 y 1976, Subsecretario de Investigación y Ejecución Fiscal de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (1976), Subsecretario de Gobernación (1982-1988) y Gobernador del Estado de Morelos de 1994 a 1998. Asimismo, fue presidente de la Comisión Intersecretarial para la Adquisición de Bienes Excedentes de la Agencia Interamericana de Desarrollo y presidente de la Comisión Intersecretarial para el Desarrollo Económico de las Franjas Fronterizas, Zonas y Perímetros Libres.

Entre 1977 y 1982 fue Director de Astilleros Unidos de Veracruz y Mazatlán. También fue Consejero del Banco Nacional Pesquero y Portuario en 1977, así como Secretario Técnico de la Comisión nacional coordinadora de la Industria Naval en 1978. Además, fue delegado de la Comisión Nacional Coordinadora de Puertos, Secretario de la Comisión Mexicana de Ayuda a los Refugiados (COMAR; Director General Fundador del CISEN Centro de Investigación y Seguridad Nacional institución para la inteligencia del Estado Mexicano y coordinador general y fundador de la Comisión para la Atención contra los Delitos de la Salud de la Procuraduría General de la República (PGR).

Conocí a Carrillo Olea a mi paso por la Secretaría de Gobernación, al principio de lejecitos, en 1987 cuando fui recomendado por Jorge Tello Peón para ingresar a la Dirección de Investigación y Seguridad Nacional, dependencia creada dos años antes con la fusión de la Dirección Federal de Seguridad y la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales. El Coronel de aspecto severo, riguroso, demasiado serio, una barrera que evitaba el acercamiento, que realmente no me era de urgencia pues Tello, que desde entonces ya realizaba funciones de mi hermano mayor, era su segundo de abordo, hombre de todas las confianzas y pieza clave en la conformación del Sistema de Seguridad Nacional en ciernes.

Una vez aceptada la recomendación por Don Pedro Vázquez Colmenares, entonces Director General de Investigación y Seguridad Nacional, ingresé a la Dirección de Análisis político, bajo el mando y tutela de Monte Alejandro Rubido García. Desde ahí me tocó ver el génesis de lo que es hoy el Centro de Seguridad Nacional, el CISEN, desde la construcción del edificio que hoy ocupa en la Delegación Magdalena Contreras en el Distrito Federal, el cual ocupamos a finales del sexenio del Lic. Miguel de la Madrid, hasta su fundación al iniciar el periodo del Lic. Carlos Salinas de Gortari.

Cuenta Carrillo Olea que la construcción de una nueva sede de la DISEN (hoy CISEN) derivó de un hecho fortuito, ya que los sismos de 1985 fracturaron el edificio de Plaza de la Revolución. Y a mí me consta porque nosotros tuvimos que trabajar de manera temporal en el edificio de General Prim 21 esquina con Bucareli, instalaciones poco prácticas para la labor de inteligencia.

El General en retiro platica que en octubre de 1988, el Lic. Carlos Salinas de Gortari lo invitó a comer y en una extraordinaria charla le entregó al Presidente Electo un documento de 300 páginas, el titulo, afirma Carrillo, era revelador “Debilidades y fortalezas de las instituciones de poder” y contenía un análisis pormenorizado sobre la PGR, y las secretarías de Gobernación, Relaciones Exteriores, Marina y la Defensa Nacional, el núcleo mismo del gabinete de seguridad nacional. En consecuencia, Salinas le pidió que propusiera algunos ajustes orgánicos y funcionales a la Secretaría de Gobernación y a la PGR, así como un diagnóstico donde se detallaran los procedimientos del DISEN.

Recuerda también Carrillo, que dos o tres días antes de tomar posesión, Salinas lo convocó a una reunión en la oficina que le servía de despacho en el barrio de San Ángel. Oye, Jorge, ¿Qué cosa es eso que creaste?, le preguntó el Presidente electo, “la cosa esa que dijiste y que Miguel señaló que no había podido cuajar”. Es un centro de inteligencia política que debiera ser un centro con independencia, contestó el General al Presidente y abundó en lo que consideraba importante, por ejemplo en la necesidad de contar con información oportuna para anticiparse a ciertos acontecimientos. Bueno, pues tu eres el director, le soltó Salinas. Muchas gracias señor Presidente Electo, respondió quien el mes de diciembre de ese año llegaría como mi nuevo jefe.

A la llegada de Carrillo Olea al CISEN, con el apoyo y recomendación de Jorge Tello, recibí la encomienda de dirigir el área de análisis de medios electrónicos y agencias de noticias, trabajo por demás interesante y lleno de satisfacciones que me permitió, además, escalar en otras tareas de la Secretaría de Gobernación de la cual formé parte hasta mi regreso a Coahuila en 1994.

Este verano de 2018, Jorge Carrillo Olea reaparece con su nuevo libro «Torpezas de la Inteligencia» en donde habla de «las grandes fallas de la seguridad nacional y sus posibles soluciones». Su premisa es que «Un país de las dimensiones y complejidad del nuestro no puede conducirse a golpes de corazón o con supuesta información generada sin el concurso de instituciones integrales y profesionales».

Para Carrillo Olea ha habido una seria omisión gubernamental. «Simplemente se despreciaron los principios o pilares básicos que rigen la inteligencia estratégica y que son universalmente reconocidos: la investigación, el estudio, la valoración, la advertencia y la propuesta que aproveche su poder previsor, anticipador, para una mejor gestión de gobierno presente y futuro, muy determinante para anticipar consecuencias».

Para comprobar su dicho, en su texto hace un repaso por lo que el llama «la situación que condicionó a la inteligencia estratégica, desde los días de la más rígida intolerancia y autoritarismo de los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez; luego se enfrentó a la levedad e ingravidez del mandato de José Lopez Portillo, pasando por la imaginación institucional, valerosa y creativa de Miguel de la Madrid Hurtado y los inexplicables extremos de Carlos Salinas de Gortari, gran creador de instituciones de inteligencia y, a la vez, poco interesado en su potencial, pues optó por la conducción personalista».

También describe «los iracundos afanes de Ernesto Zedillo por destruir, deformar o abandonar proyectos ya muy maduros e innovadores». También repasa los que llama «mediocres periodos de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón» y por último da un repaso por los propósitos del «gran reformador que quiso ser Enrique Peña Nieto».

Interesante y polémico el texto, provocador incluso, por sus detalles. Vale la pena leerlo siempre teniendo en cuenta los tiempos del país y sus significados. Y, sobretodo, quedarnos con la duda conclusiva: ¿hay quien entienda y decida aprovechar el tremendo potencial de distinguir entre creer, saber y conocer, reto que en su teoría del conocimiento John Locke nos propuso allá por el año 1690?.

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