INDICADOR POLÍTICO

CARLOS RAMIREZ

Restauración priísta (8). AMLO de  carne y hueso; que sí y qué no

A los que están sentidos porque el presidente electo López Obrador está tomando decisiones contrarias a las promesas del candidato López Obrador hay que decirles que se esperen a que llegue a Palacio Nacional porque como presidente en funciones de Estado menos cumplirá las pocas promesas que le queden.

El asunto no tiene que nada con las mentiras políticas o las traiciones, sino, desde Max Weber, con las dos esferas de las decisiones del poder: la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. Intelectual del realismo político radical, Weber razonó el ejercicio del poder como lo que es: un factor de dominación del otro. La convicción del discurso de campaña de López Obrador es diferente al sistema de toma de decisiones como gobernante: el poder se ejerce desde la responsabilidad, no de la convicción.

La victoria del 1 de julio y el tamaño de la base política —52% de votos, una mayoría que no se había tenido desde 1988, hace treinta años– está mostrando al López Obrador de carne y hueso, al hombre del poder y ya no más al líder de masas. La responsabilidad del poder está aniquilando muy rápido a la convicción del líder.

En el lenguaje analítico de Weber el concepto de liderazgo es usado como sinónimo de dominación: el líder se coloca por encima de las masas, las seduce, decide por ellas y exige lealtades acríticas. Weber establece tres liderazgos-dominaciones: carismático, tradicional y legal, y López Obrador asume los tres de manera simultánea, pero siempre sobresaliendo el primero. En los cinco meses de interregno y sin duda los primeros cuatro meses de su gobierno habrá de dar muchas explicaciones para convencer a sus seguidores que su discurso radical de líder de masas sigue vigente como convicción, pero que no podrá aplicarse como lo prometió por la responsabilidad en el ejercicio directo del poder.

La clave de su gobierno radicará en el orden y destino de las ambiciones legítimas de López Obrador como aspirante a la presidencia. El tabasqueño se preparó para luchar por el poder, no para gobernar. Es decir, explicado de manera sencilla, quería sólo llegar; y el camino hacia la silla pasaba por el escalafón callista que Cuauhtémoc Cárdenas no pudo conseguir y por ello el tabasqueño escogió el de la rebeldía y no el de la rebelión, ni la revolución.

La conceptualización de su proyecto en la categoría de transformación indica, en los hechos, la ausencia de una alternativa de proyecto de nación y se agota en sus verdaderos objetivos: seguir con el mismo modelo de república y sus cercos neoliberales, pero hacerlo con eficacia y programas asistencialistas. La lucha contra la corrupción, así, no será ética sino de necesidades de recursos públicos para sus promesas cuantitativas.

En este contexto del mismo sistema político/régimen de gobierno/Estado priísta se moverá desde Palacio Nacional, pasando a revisión todas las decisiones tomadas en los últimos sexenios, pero no para replantear enfoques sino para imponerle su sello. Al final de cuentas, López Obrador carece de una propuesta alternativa al modelo neoliberalismo-populista-salinista desde 1983, parece que no quiere regresar al populismo inflacionario del ciclo 1970-1982 y no hay clases revolucionarias para reproducir el cardenismo.

Así, el responsable López Obrador irá enterrando desde el poder al López Obrador de la convicción social. El poder es antitético por definición. Y López Obrador, aunque no quiera, será un Maquiavelo.

 

Política para dummies: La política es el reino de la mentira con razonamientos de la verdad.

 

Sólo para sus ojos:

 

El próximo presidente en funciones López Obrador tendrá su prueba de fuego en materia de corrupción con tres casos específicos: las revelaciones de la Auditoría Superior contra Rosario Robles, el expediente de Odebrecht y el gobernador César Duarte. A pesar de que la prioridad ciudadana en las elecciones fue la seguridad, la campaña lopezobradorista impuso la agenda de la corrupción. Ahí se probará si hubo o no pacto de impunidad con Peña Nieto.

Famosas últimas palabras: “Mi hijo es un pendejo, pero no se vale que lo acusen de porro”: madre de uno de los jóvenes detenidos señalado como porro.

 

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