PLAZA CÍVICA

 FERNANDO NÚÑEZ DE LA GARZA EVIA

Enrique Peña Nieto: historia de un sexenio

 Enrique Peña Nieto se va, y la historia próximamente comenzará a juzgar. Mientras tanto, los mortales que vivimos bajo su presidencia podemos empezar a emitir nuestra propia sentencia, porque en asuntos públicos la recomendación “no juzgues” no aplica, sino todo lo contrario. Y aunque el sexenio se encuentra naturalmente lleno de microhistorias, existe una historia más amplia que nos permite ver el rumbo por el que nos ha llevado la saliente administración a toditos los mexicanos.

La presidencia del nativo de Atlacomulco tuvo un excelente, prometedor comienzo. La clase política mexicana, después de años de ser criticada por su ineptitud para reinar a los poderes fácticos y lograr acuerdos en pos del interés nacional, demostraron su capacidad para negociar y llegar a consensos bajo el liderazgo del Presidente: son las llamadas “reformas estructurales”: competencia económica, justicia penal, político-electoral, telecomunicaciones, amparo, energía, finanzas, hacienda, transparencia, laboral, educación. Y aunque con cierta razón se criticó que se “hicieron en lo oscurito”, que solo los líderes de los partidos se involucraron, que no hubo debate de por medio, la realidad es que en repetidas ocasiones así se realizan los acuerdos políticos, y que lo verdaderamente importante fue su logro.

Los acuerdos eran profundos porque tocaban temas trascendentales para el país, refundaban el diseño institucional, implicaban golpear fuertes intereses. Tanto así que Elba Esther Gordillo se opuso tajantemente a la reforma educativa, importantes sindicatos hicieron lo mismo en contra de aquellas en transparencia y laboral, grupos empresariales se pronunciaron contra la hacendaria, conglomerados de medios se agitaron en aquélla de telecomunicaciones. El problema, se decía, es que Enrique Peña Nieto está atacando al mismo tiempo a poderosos poderes fácticos. Y efectivamente, lo que vimos fue un “blitzkrieg” político: se aprueban profundas reformas en un espacio de tiempo tan corto que, ante la imposibilidad de amplios sectores de la sociedad para asimilarlos, viene una reacción furibunda. México estaba agitado, pero producto de los efectos saludables de la terapia.

Sin embargo, debajo de las reformas estructurales había también dos problemas de tipo estructural que harían que su puesta en marcha sufriera serios descalabros, y que resultan una advertencia para la nueva administración: burocracia y corrupción.

Todo diseño institucional, por mejor concebido que se encuentra jurídicamente, es un jarrón vacío si no tiene cuadros competentes que lo colmen, y un tigre de papel si está corroído de corrupción. El Presidente y su equipo tuvieron una visión parcial al ignorar el fundamental asunto de formar burocracias profesionales, y corrompieron la visión que tenían al no querer combatir el problema de la corrupción. ¿Cómo implementar así las reformas estructurales y combatir eficazmente los poderes fácticos? El Servicio Profesional de Carrera (SPC) no fue tema de esta administración, y el Sistema Nacional Anticorrupción (SNA) fue un proyecto impuesto desde los partidos de oposición y la sociedad civil al Presidente, quien se encargó de ponerle el pie y, así, ponerse el pie a sí mismo, a su gobierno y al país.

Enrique Peña Nieto dijo que deja un país “próspero y estable”. El problema es que no es cierto. Se habrá duplicado la capacidad portuaria, crecido un poco la economía o entregado más pensiones, pero finalmente la realidad es que tenemos una corrupción rampante, la inseguridad ha aumentado, la desigualdad ha crecido, la pobreza está estancada, las  “reformas estructurales” corren el peligro de ser puestas en reversa y los escándalos presidenciales han afectado seriamente la imagen del Jefe de Estado y carcomido la confianza ciudadana. Ahí no hay ni prosperidad ni estabilidad. Enrique Peña Nieto no logró un “Estado eficaz” y, por lo tanto, una “democracia de resultados”, como lo planteó en su libro hace siete años. Y precisamente por ello, fue la gota que derramó el vaso para abrirle la puerta a un movimiento populista deforme.

 

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Autor

Fernando Nùñez de la Garza Evia
Fernando Nùñez de la Garza Evia
Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
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