Aldegundo Garza de León, una vida de pasión por las aves

Aldegundo Garza de León es un saltillense que inició, a los cinco años de edad, una inmensa pasión por las aves que jamás pensó que trascendería.

Con una vida que parece marcada por sus apellidos, Garza de León siempre ha conservado un profundo interés por la naturaleza y los animales, especialmente las aves, afecto que ha sufrido múltiples mutaciones pero siempre ha estado presente a lo largo de su trayectoria.

Con el firme objetivo de mostrar las maravillas de las aves, inició desde su infancia una colección de aves que, con los años, se convertiría en el Salón de las Aves. Esta habitación en la casa del señor Garza, a la postre, evolucionó hasta transformarse en el Museo de las Aves de México (Musave), institución de trascendencia regional y nacional, con contenido especializado en aves mexicanas y dos reservas naturales para fomentar la conservación de la avifauna de la región.

En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, en el marco del 25 aniversario del Musave y el Año Mundial de las Aves, Aldegundo Garza de León cuenta su pasión por los alados siempre presente en su vida, y relata cómo la pasión de un niño por las aves se inmortalizó hasta convertirse en un museo con tres mil ejemplares de aves mexicanas único en su tipo.

Afición natural

Un día del verano de 1945, el padre de Aldegundo Garza de León lo llevó de paseo al norte de la ciudad de Saltillo, a una pequeña zona silvestre donde actualmente se encuentra la carretera Saltillo-Monterrey, muy cerca del municipio de Ramos Arizpe, Coahuila. Ese día cambió su vida cuando vio un mosquero rojo (Pyrocephalus rubinus).

“Íbamos a caminar al campo y vuela un pajarito que conocemos con el nombre común de mosquero cardenalito y es un mosquerito rojo de color muy encendido, tiene un antifaz negro y tiene la peculiaridad de que se posa en las puntas de un arbusto y se suspende un momento en el aire, se ve como una llamita. A esa edad, viendo eso, me quedé embelesado y recuerdo que le dije a papá: ‘Déjame pescarlo porque quiero que lo vean mi mamá y mis hermanas’, me dijo: ‘No lo vas a poder atrapar’ y claro que nunca me lo pude llevar”, narró Aldegundo Garza en su oficina rodeada de su pasión por las aves.

Desde que vio aquel mosquerito rojo, la idea de atrapar aves y mostrarlas a los demás no “se le quitó de la cabeza”. Entendió que, en aquellos años, la única forma de tener un ave y mostrarla a los demás era cazándola.

El niño insistió, durante varios meses, en que le regalaran un rifle. Hasta la siguiente Navidad, ya con seis años de edad, convenció a su papá y le regaló un pequeño rifle de municiones, semejante a los que utilizan en la feria, e intentó cazar pájaros sin gran éxito. Un año y medio después le regalaron al pequeño Aldegundo, un rifle 22 de un solo tiro.

“El primer ejemplar que disequé fue un halconcito que se conoce como cernícalo, y se lo llevé a un taxidermista que, hasta la fecha, sus hijos siguen trabajando en esta profesión, se llamaba Pedro Fuentes”.

El taxidermista, en principio, se negó a disecar su primer pájaro pero al final accedió. Con paciencia y tenacidad, el niño Aldegundo esperó e insistió durante un par de días con el taxidermista y presenció el proceso de disecado hasta que le dieron su primer ‘tesoro’, el pájaro que inició su colección a los ocho años de edad y que costó 25 pesos.

“Ya después que lo puso (el pájaro disecado) arriba de un mueble, me dijo papá: ‘No vas a pensar que vas a estar llevando a disecar animales a cada rato, porque ni tengo dinero ni vamos a tener manera de hacer eso, porque no se puede’”.

Así inició la colección de Aldegundo Garza, cazó diferentes aves: patos, codornices, gansos, entre otros, junto con amigos y su padre en lo que menciona era «un planeta distinto».

Con el tiempo, el joven Aldegundo Garza se dedicó a trabajar en los negocios familiares de venta de ropa, pero continuó la afición por la cacería y comenzó a formar gusto por los felinos.

“Me desvié un poco en ese sentido, porque empecé a ver la forma de salir con algunos amigos a buscar venados, algún jabalí, especies más grandes y me fui yendo un poco hacia el lado de la cacería deportiva: conejos, liebres, ese tipo de animales. Muy influido por los animales que veía con el taxidermista Pedro Fuentes; aunque seguía cazando aves grandes, me enfoqué en la cacería un largo tiempo de mi vida”.

A los 18-19 años, contaba con una colección de 20 a 25 aves disecadas y tenía una tienda de ropa llamada London en la calle de Aldama, en el centro de Saltillo. Se casó, tuvo tres hijas y un hijo. A raíz de un anuncio de cacería de jaguares en Nayarit, conoció a Heriberto (don Beto) Parra e inició su relación en torno a la cacería.

Un día de abril o mayo, a los ‘veintitantos años’, fueron a buscar un jaguar de importante tamaño en unos pantanos de Nayarit. Durante un momento de tensión, Aldegundo logró matar un enorme jaguar de 130 kilos —actualmente prohibidos para cazar, la caza ilegal es considerada un delito ambiental— que representó un gran trofeo.

“Me pidió (Heriberto Parra) que lo registrara en un club de Estados Unidos, que era el Boone and Crockett Club, donde se registran todos los trofeos de caza mayor (…) Lo midieron en San Antonio y después en Nueva York”.

Aldegundo Garza fue invitado a una premiación en Pittsburgh, Estados Unidos, en torno a la cacería; al momento de galardonar la cacería de jaguares, obtuvo el récord mundial de jaguar de aquella época. Durante los festejos, algunos asistentes se acercaron a Aldegundo para comprarle su jaguar. Pero no quería, ni le interesaba cazar animales por dinero.

“Me sentí mal, regresamos y me voy a Nayarit a llevarle el premio a don Beto y me dice: ‘No lo veo muy contento’, y la verdad es que no, le conté lo que me pasó y me dice: ‘No nos hagamos locos, los grandes trofeos se cazan con dinero, el que tiene más dinero, caza mejores trofeos’. Cuando me dijo eso pensé: ‘¡Híjole… Esto no es mi mundo!, competir por dinero ni me interesa ni lo voy a hacer’. A partir de ahí me dediqué a lo que me había dedicado siempre, ‘me voy a buscar aves y voy a seguir haciendo una colección de aves’”.

Desde ese momento, cerca de sus 30 años, Aldegundo Garza regresó a la cacería y recolección de aves, con una colección de 70 a 80 aves.

El Salón de las Aves

Años después, un estadounidense especialista en aves llamado Allan R. Phillips visitó Saltillo durante una estancia laboral en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), y preguntó por algún aficionado a las aves en la ciudad. En un Saltillo más pequeño en esa época, la pregunta lo llevó lógicamente hasta Aldegundo Garza, en aquel entonces con 35 años de edad y cientos de aves en su colección, exhibida en su casa a todos los visitantes. Después de presenciar la colección y comer, Allan Phillips le cambió el enfoque sobre su colección para siempre.

“Preguntó (Allan Phillips): ‘¿Usted sabe cuánto vale esta colección?’. Recordé el asunto del jaguar y pensé que me la querían comprar. Le dije que no sabía y me respondió: ‘¿Le gustaría que le dijera cuánto vale su colección?’, insistí que no me interesaba pero me dice: ‘Su colección no vale nada’, me sorprendió su respuesta y se quedó callado viendo mi expresión y me contestó: ‘¿Le gustaría que valiera mucho?’ y le respondí que sí, esperando que no fuera otra broma y me dijo: ‘Datos, lo que su colección necesita son datos, usted los trae todos en la cabeza’”.

Ante este diálogo, Aldegundo Garza no comprendía la importancia de los datos e indicó que solo le interesaba que la gente conociera lo que existe en México y que cuidemos la naturaleza. Phillips ofreció ayudarle a obtener datos y etiquetar la información de las diferentes aves como el año en que se colectó el ejemplar, lugar, época del año, etcétera, para revalorizar la colección.

“Ahí la vida me dio un giro completo y empezamos a ponerle a cada ave una etiqueta, a ‘bautizarlas’ con las fechas que tenía bastante claras y hacía algunos apuntes para mí, una especie de diario, y sacando esa información se formó la colección en un pequeño saloncito fuera de la casa, ya iban más personas a la casa y así empezó”.

Esto fortaleció el Salón de las Aves, así como la amistad con Allan Phillips, y comenzaron a salir con otros aficionados a las aves de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro (UAAAN). El gobierno del estado puso en un plano turístico de la ciudad el Salón de las Aves.

“Un buen día, a mediados de 1991, me llama un empresario muy importante de Monterrey y me dijo que otros empresarios de esa ciudad querían conocer la colección”.

El día de la cita, Aldegundo Garza presenció cómo llegaron muchos guardaespaldas y autos que transportaban a empresarios como Andrés Marcelo Sada, Manuel Barragán, Carlos Ayala, entre otros. Comenzaron a ver la colección y le ofrecieron exponerla en un museo en Monterrey con las condiciones que él determinara. Sin embargo, Garza de León no deseaba que la colección saliera de la ciudad y menos que fuera comprada.

Pero comenzó a pensar la propuesta cuando los empresarios salieron del Salón de las Aves. Unos días después, en un programa clásico y popular de la televisión de Monterrey llamado Reportajes de Alvarado, comentaron durante la transmisión que se preparaba un proyecto para que la Colección de Aves del señor Aldegundo se expusiera en un nuevo museo en la capital regia. Ese proyecto llegó a oídos del gobernador del estado, en esos años, Eliseo Mendoza Berrueto.

“Me mandan a llamar a la oficina del gobernador, él y su esposa habían ido a la casa a ver la colección uno o dos años antes, fueron varias veces y sabía de qué se trataba la colección y me preguntó: ‘¿Por qué se va a ir la colección a Monterrey?’. Y le platiqué lo que pasó y que no quería que se fuera a Monterrey y dijo: ‘Dinos qué cosas necesitas para que el Museo de las Aves se quede para Coahuila y Saltillo, vamos a hacer lo que se necesite y hacemos un acuerdo en los términos que quieras”.

El museo se inauguró el 15 de noviembre de 1993 (día del cumpleaños de don Aldegundo) y contaba con mil 548 ejemplares. Se formó un patronato, se hizo un fideicomiso y cuenta con dos reservas naturales de aves. Actualmente, Musave tiene tres mil ejemplares de alados mexicanos.

“El museo está muy cerca de la catedral, del centro de la ciudad, y cualquier persona, por muy modesta que fuera, aunque no tuviera coche, podía llegar en un camión sin hacer muchos gastos (…) Yo quería que el museo fuera conocido por todo el mundo, que no fuera un museo donde la gente no pudiera acceder por cuestión económica, me interesaba que la gente, entre más sencilla mejor, conociera la riqueza del país, este es un museo para todos y la misión del museo fue desde siempre ‘Conocer para valorar y conservar’”, subrayó Garza de León.

Actualmente, es rara la semana que Aldegundo Garza no va al museo, casi ya no colecta y está en contra de la cacería sin regulación, aunque piensa que lo que provoca la extinción de las especies es acabar con sus hábitats, a través de la industrialización, agricultura, ganadería, desarrollo urbano, turístico, contaminación, comercio ilegal, etcétera.

“Me siento muy agradecido con Dios y muy feliz porque fue algo que yo nunca soñé, no creí que fuera a tener tanto atractivo hacia la gente y que le pudiéramos dar este gran valor a la naturaleza a través de las aves. Siento que el museo le ha dado cada vez más un lugar al estado. Uno se queda muy tranquilo de decir: ‘He hecho algo que sin duda va a contribuir a que México tenga más esperanza en que sus recursos naturales no se acaben, porque les damos valor y lo conocemos’”, resaltó Garza de León.

En estos días prepara un libro sobre las aves y continúa trabajando en sus negocios y su gran pasión.

“Simplemente me gustaría que me recordaran como alguien que luchó para que, a través de las aves, se conocieran y valoraran los recursos naturales de nuestra patria que son tan ricos y digan: ‘Este ser humano trató de que los recursos de su patria se conservaran y no desaparecieran’, con eso estoy pagado”.

Al preguntarle sobre su ave favorita, dudó algunos instantes, pero al final comentó que las grullas son de sus aves predilectas debido a que son sociables, solidarias y con gran capacidad de vuelo. (CONACYT)