A LA BÁSCULA

 JULIÁN PARRA IBARRA 

Bono democrático

Apenas transcurridos unos días de la elección del pasado 1 de julio, en este mismo espacio abordamos un tema que titulamos ‘Desgaste innecesario’, en relación con la forma en que empezaba a moverse –y a mover sus piezas- el virtual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. Nos parecía que era demasiado pronto para poner todas sus cartas sobre la mesa, presentar tan tempranamente todo su juego como lo ha venido haciendo, y faltaba mucho tiempo para el 1 de diciembre cuando tome posesión; por tanto, se abría un periodo de riesgo de golpeteo y desgaste que, a simple vista parecía innecesario.

Comentamos en aquella ocasión que ojalá los riesgos estuvieran bien calculados por Andrés Manuel y su equipo de asesores y colaboradores, para evitar que llegue a su toma de posesión con un desgaste por la exposición mediática que tiene, y que pareciera que es innecesario. Algunos, sin embargo –y según se ve-, no han sido del todo calculados porque ya incluso han surgido discrepancias por algunos nombramientos, pero específicamente el que más polvareda ha logrado levantar es el de Manuel Bartlett al frente de la Comisión Federal de Electricidad, cuestionado por una gran mayoría de mexicanos, y acaso defendido sólo por el propio Andrés Manuel.

Esto es parte del desgaste que se está generando desde antes de iniciar su administración, al que se suman algunas decisiones o planes que parecieran no ser proyectos prioritarios y que ya han empezado a generar no solo resistencias sino oposición. Unos botones de muestra:

¿Es prioritario para la nación, para nuestro país, para la mayoría de los mexicanos iniciar la llamada ‘descentralización’ del Gobierno Federal llevando las secretarías a los diferentes estados, lo cual se ha dicho que llevaría todo el sexenio terminar de concretar el cambio? ¿Cuánto costaría al gobierno –a los mexicanos todos- trasladar secretarías y dependencias con todo lo que ello implica?

¿Es prioritario para el buen funcionamiento de la administración la supresión inmediata de los delegados federales en todas las entidades del país y designar a los conocidos ya como ‘supersecretarios’, ‘vicegobernadores’, ‘virreyes’, entre otros motes, que en más de un estado provocará serios enfrentamientos con los gobiernos locales?

¿Es de urgente necesidad o prioridad que la que ha sido desde hace muchos años la residencia oficial de Los Pinos, sea convertida en un museo? ¿Cuánto tiempo y recursos se requerirían para transformar el que –efectivamente- es un símbolo del presidencialismo y del poder absoluto de una sola persona?

Entre muchos otros, estos no parecen ser tan malos proyectos, es más, suenan hasta interesantes, pero eso no significa que alcancen la categoría o el rango de prioritarios. Cuestión de reclasificarlos para que el nuevo gobierno empiece por atender las auténticas y verdaderas necesidades de quien el propio próximo presidente se cansó de decir: Por el bien de México, primero los pobres.

A un mes de las elecciones y a tres de que asuma como Presidente de todos los mexicanos, Andrés Manuel López Obrador mantiene bien guardado en el bolsillo un muy bien robustecido ‘bono democrático’ que, en su momento, también recibió al llegar al poder Vicente Fox Quesada, el cual fue mal utilizado, desperdiciado, malogrado, despilfarrado por el panista.

Hace 18 años la gente de este país se hartó de sucesivos gobiernos priistas y decidió otorgarles la confianza a los panistas, pero bastaron un par de administraciones para que la decepción en esta ‘alternancia’ se viniera abajo, al grado que los electores decidieron volver a otorgarle la confianza y el poder a los priistas, con Enrique Peña Nieto como su candidato.

Ahora de nueva cuenta, esa ilusión, sueño y ambición de generar un cambio en nuestro país, llevó a que la mayoría de los electores que acudieron a las urnas, le otorgaran casi un ‘cheque en blanco’ a López Obrador, decepcionados, hastiados y hasta asqueados de PRI y PAN. Andrés Manuel tiene en sus manos ese ‘bono democrático’ que le entregaron la mayoría de los ciudadanos que acudieron a las urnas, y solamente él decidirá qué hacer con éste, si malgastarlo como ocurrió hace 18 años, o irlo invirtiendo en proyectos y acciones que sean verdaderamente prioritarias, importantes para los más desprotegidos y vulnerables de este país, y por el bien de México, ojalá que haya una recategorización de los programas y proyectos. Que se imponga más la razón que los impulsos, y en lo que más se invierta –tiempo y dinero-, sea en los temas de mayor prioridad para todos.

 

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@JulianParraIba