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 EDUARDO J. DE LA PEÑA

«Estructura mata a encuesta, y caballo que alcanza gana», sentenció en Torreón el dirigente nacional del PRI René Juárez Cisneros. Ahí tienen todo apostado, y no lo ocultan pese a que para nadie es desconocido que estructura implica gasto extralegal y desorbitado.

Juárez Cisneros vino por primera vez a Coahuila como dirigente nacional del PRI este miércoles, a una semana de concluir las campañas, y a un mes y casi veinte días de haber asumido el cargo.

Y se anuncia que también vendrá esta semana a la entidad Miguel Ángel Osorio Chong, que visita Coahuila por segunda ocasión en menos de un mes.

Las dos principales figuras del grupo político más fuerte dentro del PRI se apersonan en nuestra entidad unos días antes del cierre de campaña nacional de José Antonio Meade, que será también aquí. Interesante. Eso no es proselitismo, es reconocimiento y marcaje de territorio.

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Con celeridad avanza la cuenta regresiva hacia el domingo de la elección, y aunque prevalece la incertidumbre respecto al resultado que arrojarán las urnas, en lo que se coincide es que a partir del primero de julio habrá una reconfiguración política en México, y ello implica que está en juego el futuro de los actores protagonistas de la política nacional, y desde luego estatal.

En lo local destaca sin duda el Gobernador Miguel Ángel Riquelme Solís, para quien se abren diferentes escenarios, que tiene bien identificados y se sabe está ya trabajando desde hace semanas para transitar de la mejor manera por la circunstancia que se presente.

Está comprometido, sí, con el resultado de la elección y con entregar buenas cuentas a su partido y su candidato, pero no es necesariamente fatal, ni para su carrera ni mucho menos para el futuro de Coahuila, que el PRI pierda.

De alguna manera puede incluso convenirle más el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, que le abriría el espacio para sanear la estructura de poder local, terminar de ubicar a su equipo y consolidar en forma contundente el control.

El reto no es menor, requiere de estrategia y astucia. Ha demostrado Riquelme que tiene madera para eso. Debe lograr en Coahuila lo que hizo bien en Torreón, donde inició y avanzó en una reconstrucción que cambió la realidad de la ciudad, a la que había tomado hecha pedazos y que entregó viable y nuevamente en una ruta de desarrollo.

A Coahuila le urge una nueva proyección. No es suficiente con estar mejor que la mayoría de los estados del país, no es suficiente con tener buenas posiciones en algunos de los indicadores nacionales.

Hay problemas sociales ignorados, o atendidos en forma superficial. Hay carencias que limitan y estrangulan a las ciudades. Hay inercias que sangran el presupuesto y le restan eficiencia al gobierno.

Definitivamente las prioridades ya no pueden estar definidas por el cálculo del rédito electoral. Hoy se tienen que construir las circunstancias para lograr desarrollo y progreso, no solo crecimiento; para que haya en realidad una mejoría en la calidad de vida, y posibilidades auténticas de futuro y porvenir, que es diferente a sustento y sobrevivencia. Y así se construiría también gobernabilidad.

La oportunidad está pintada. El resultado de la elección le puede despejar a Riquelme la cancha de algunos obstáculos que hoy le limitan. La nueva configuración política le dará además la posibilidad de asumir un liderazgo diferente en la entidad.

Dentro de las estructuras partidistas y de gobierno, pero también en el resto de los grupos del poder, sociales y productivos, la nueva circunstancia planteará el desafío de construir rutas diferentes de interlocución.

Riquelme tiene la sensibilidad y ha mostrado la apertura para construir comunicación con actores y grupos diversos, aún los que con mayor vehemencia estuvieron en su contra en los meses anteriores. Si consolida eso y construye también a nivel nacional, tiene la posibilidad de ser la vía por la que consigan la necesaria interrelación los sectores locales y el nuevo gobierno federal.

El desafío es grande, pero no concierne ni es exclusivo del gobernador. El reto lo comparte primeramente con su equipo, que ojalá y sepan leer la circunstancia. Es cierto trabajaron y compitieron por llegar al gobierno estatal, merecen sus espacios, pero esto no es una cruzada colonizadora, ni el presupuesto un botín. Coahuila no es un premio, es una oportunidad.

El gobernador debe cuidar también que no surjan confrontaciones donde no las está buscando. Hay inercias a romper, voces a moderar, pues aún se advierte la propensión de algunas plumas a tensar la relación con actores que fueron enemigos del anterior régimen pero no necesariamente de este.

En Coahuila, por supuesto, el reto es también para la sociedad. No se puede eludir.

Y en cuanto a otros actores cuyo futuro está en juego, habría que enlistar, aunque se dejen para un análisis posterior, a Rubén Moreira Valdez, Jericó Abramo Masso, Manolo Jiménez, Samuel Rodríguez, y el grupo de José María Fraustro Siller.