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 EDUARDO J. DE LA PEÑA

            El asesinato de Fernando Purón es ante todo una tragedia, particularmente para su familia. Para ellos nuestra solidaridad y respeto.

Y sí, es posible que pronto las autoridades den con el autor material, así se anticipa con la seriedad que le han puesto a la investigación y el despliegue operativo en el norte de la entidad, pero lejos estaremos que el caso quede aclarado.

Sin desconocer que la delincuencia organizada es una amenaza real, sobre todo para quienes la han confrontado, es difícil no inscribir también estos hechos en el momento político que se vive, ni se puede desasociarlos de otros que se dieron casi en forma simultánea, el atentado contra Carlos Centeno en Torreón, y el anuncio, un día antes, de que José Antonio Meade vendrá a cerrar su campaña en Coahuila.

Comentamos semanas atrás sobre las advertencias que ya venían haciendo algunos analistas nacionales respecto al clima de violencia en el país, que algunos consideran es tolerado o hasta alentado por el gobierno que prefiere reventar la elección a reconocer un resultado adverso.

Hoy es evidente que, así como los grupos delictivos entran sin reparos a disputarse territorios, los grupos políticos están en disputa por los cotos de poder, tratando de conservar lo máximo posible para mantenerse vigentes en la reconfiguración que se anticipa deberá darse después de la elección del primero de julio.

Dentro del propio PRI, quienes ven como una posibilidad remota el triunfo de Meade ya calculan que será quien controle a los grupos parlamentarios en el Senado y la Cámara de Diputados el que retenga mayor poder.

Si el escenario es de una apretada mayoría legislativa para MORENA; y que el PAN tendrá que repartir sus espacios con el PRD y Movimiento Ciudadano, entonces aún y cuando se fueran a la tercer posición, los grupos del PRI serían los que tendrían el factor de gobernabilidad, la posibilidad de negociar, conseguir recursos y espacios. Nada se cotiza mejor que un partido bisagra en el Congreso.

Por eso no pueden dejar al azar quién llega con mayores posibilidades de tener ese control, y ahí entran en disputa grupos como el de Carlos Salinas De Gortari, que va representado por Claudia Ruiz Massieu, primera en las listas al Senado; el de Miguel Ángel Osorio, quien está en cuarto lugar en el mismo listado; el de Luis Videgaray y sus técnicos, aunque será el más mermado.

En esa cancha juega necesariamente también Rubén Moreira Valdez, que competiría con personajes como Luis Enrique Miranda; Ana Lilia Herrera; René Juárez, y  Dulce María Sauri por la coordinación de los diputados federales del PRI.

Que el ex gobernador haya conseguido el cierre de Meade para Coahuila, un estado con representación marginal en el padrón electoral nacional, es una demostración de influencia y poder, ¿incomodó a alguien al grado de llevarlo a decidir desestabilizar el estado manchando el mayor logro del gobierno de Rubén Moreira, la seguridad?

Suena terrible, pero no imposible, y queda ahí para el análisis.

Como también ha de quedar registrado el desmarque del Comité Nacional del PRI, que tras el asesinato de Purón tuvo una tibia y marginal presencia. René Juárez estaba de gira en Zacatecas y no se trasladó pese a la cercanía para estar en los funerales en Piedras Negras.

Como tampoco se hicieron presentes en la forma contundente que ameritaba los grupos parlamentarios del PRI en el Senado y la Cámara de Diputados, ni siquiera los legisladores coahuilenses, incluso los que tienen dirigencia de sectores, ¿o alguien vio alguna declaración de Hilda Flores Escalera y Tereso Medina? ¿o al menos del diputado que debería representar al distrito donde ocurrió el asesinato, Francisco Saracho Navarro?

Igualmente reprobable la indiferencia de los dirigentes del sector privado, pues salvo los organismos empresariales de Piedras Negras, y Altos Hornos de México en forma individual, nadie salió a dar la cara, a alzar la voz. Se quedaron pasmados, lo mismo líderes locales que los tres saltillenses que ocupan cargos de representación nacional en las cúpulas de la iniciativa privada.

Y frente a ello la reacción del gobierno federal, inesperada, dejando el mensaje de que el asesinato de Purón fue un desafío al Estado mexicano, al grado de enviar un representante presidencial al homenaje a un candidato, nada menos que en las instalaciones de la Guarnición Militar de Piedras Negras.

Gobernación reconoce un aproximado a cuarenta candidatos asesinados en  el actual proceso electoral; el recuento de políticos, de diferentes cargos, llega ya a 115. ¿En cuántos casos ha habido un representante presidencial?.

Queda el espacio para comentar la sustitución de Fernando Purón en la candidatura de mayoría, pero también en la lista de plurinominales. En primer caso se recurre a Jesús Mario Flores Garza, que se confirma como un moderno Cincinato que acude sin reparos cada que lo llaman a prestar un servicio a su ciudad, con la calidad moral por delante y sin rencores, ni porque hace seis años el propio PRI lo retiró de la misma candidatura –ya hasta con propaganda impresa– y lo sustituyó por Irma Elizondo, quien murió en el cargo, ni por la vapuleada que desde el gobierno estatal le pusieron en años anteriores en forma visceral.

Pero Purón estaba también las listas de plurinominales, y ahí se le sustituyó por Miguel Ángel Mery, aunque en el listado original la posición era la trece de la segunda circunscripción, y el nuevo acuerdo habla de la catorce.

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Respecto al comentario de la semana anterior, relativo a la responsabilidad histórica para los liderazgos que se han definido a favor de Andrés Manuel López Obrador, acusó de recibido Javier Guerrero García, que con toda altitud reconoce los riesgos y sus implicaciones, pero subraya también la responsabilidad histórica que conllevaría no hacer nada para cambiar el estado actual de cosas y hace notar la importancia de no perder de vista el contexto político local además del nacional. Habrá en otra entrega espacio para abordar el tema con mayor amplitud.