Dice que si es diputado, va a trabajar sin cobrar un peso. ¡Si como no!

“Voy a donar mi sueldo como diputado para apoyar la creación de PYMES en Torreón”, anunció este martes Luís Fernando Salazar, candidato del PAN a diputado federal por el quinto distrito con cabecera en Torreón. Cuando escuché esta barbaridad, lo primero que se me vino a la mente fue una disyuntiva: O Luís Fernando está mintiendo, lo cual no sería nada raro viniendo de un político en campaña desesperado por conseguir votos; o bien ya tiene pensada alguna otra forma de ganar dinero durante los tres años que dure su encargo, en caso de que logre ganar. Porque no nada más se trata de no cobrar un sueldo. Además, tiene que pagar los viajes de avión ida y vuelta cada semana; el costo de su hospedaje, sea en hotel o en departamento; y el costo de lo que coma, y sobre todo, de lo que beba.

Porque en este mundo nadie trabaja a cambio de nada, y menos los políticos. Así es que, si Luís Fernando piensa donar su salario para impulsar a las PyMES, tal como prometió este martes, entonces es de suponer que va a disponer de otro tipo de ingresos. ¿Los moches tal vez, los que los diputados federales, particularmente los del PAN suelen pedirles a los alcaldes a cambio de conseguirles dinero para obras? ¿O los millones que suelen pagar los cabilderos a los legisladores, como por ejemplo los que pagan las empresas tabacaleras, refresqueras y las de bebidas alcohólicas a cambio de que los diputados no les aprueben nuevos impuestos? ¿A cuánto piensa vender su voto para la aprobación de nuevas leyes, o de los presupuestos anuales?

Los que ya han sido legisladores federales, como es el caso de Luís Fernando, saben perfectamente que los ingresos por esos y otros conceptos son muchas veces superiores a los que perciben a manera de sueldo, o dieta, como ellos le llaman. Por eso, con tanta simpleza, se da el lujo de prometer lo que para un trabajador común y corriente sería simplemente imposible: trabajar, a cambio de nada. (EL HERALDO)

 

*Artículo editorial escrito por Francisco J. De La Peña