Resurge Meade; si gana, será el Presidente de la Infraestructura

Esta semana, derivado del resultado en el debate del pasado domingo, los mexicanos pudimos ver el resurgimiento del candidato del PRI a la Presidencia de la República, José Antonio Meade. Su campaña luce más agresiva, y con mayor aceptación entre el electorado. Sus propuestas comienzan a ser bien recibidas, y sobre todo, a ser contrastadas con las del aún puntero en las encuestas, Andrés Manuel López Obrador.

Meade dio esta semana al menos dos golpes contundentes: la acusación en contra de Nestora Salgado, acusada de haber cometido 50 secuestros cuando fue dirigente de la policía comunitaria de Olinalá, en Guerrero, por lo cual se encuentran diversos expedientes abiertos de los que, contrario a lo que López Obrador asegura, no ha sido exonerada. MORENA, el partido de López Obrador, cometió el grave error de postular a Nestora como candidata al senado por la vía plurinominal, pretendiendo con ello otorgarle inmunidad.

Y, por otro lado, su propuesta de regularizar los miles de autos “chocolates” que circulan en los estados fronterizos, propuesta que fue muy bien recibida por los propietarios de estos automóviles que continuamente viven en la zozobra ante la posibilidad de perder su patrimonio.

Queda poco más de un mes para la elección. La pregunta es, ¿será suficiente ese tiempo para que Meade logre remontar, y consiga evitar que México caiga en las manos de un gobernante populista?

 

PRESIDENTE DE LA INFRAESTRUCTURA

 

El gran problema de México no es la pobreza, ni tampoco la inseguridad. Estos dos son consecuencias de uno mucho mayor: la desigualdad. Unos cuantos, que son dueños de todo, y muchos, que no poseen nada, o casi nada.

La única solución a este a este ancestral problema es que México tenga un crecimiento económico FUERTE, arriba de un 4% anual; SOSTENIDO durante al menos 10 años consecutivos; y que éste IMPACTE por igual a todas las regiones del país.

Y eso solo es posible lograrlo con más y mejor infraestructura.

Por eso, el mejor presidente para México será aquel que se comprometa a construir la infraestructura necesaria para detonar éste crecimiento.

Uno que no sólo esté de acuerdo en construir el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, sino que además se comprometa a construir al menos otros dos grandes aeropuertos: uno, en la zona turística de la región sureste que le de servicio a los estados que Yucatán, Quintana Roo, Tabasco y Chiapas, y que se comunique con Tuxtla Gutiérrez, Cancún, Mérida, Palenque y Villahermosa mediante trenes rápidos de pasajeros similares a los existentes en países de Europa y Asia. Y otro más en el norte del país, que les de servicio a los estados industriales de Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas, conectando, igualmente con trenes rápidos y trenes de carga, a las ciudades de Monterrey, Saltillo, Monclova, Torreón, Reynosa, Nuevo Laredo, Tampico y Matamoros.

Uno que se comprometa a construir al menos dos nuevas refinerías. Ahora si en serio. No solo primeras piedras.

Uno que se comprometa a ampliar la infraestructura portuaria de México: concluir el nuevo puerto de Veracruz; modernizar el de Tampico; ampliar el de Manzanillo, y construir el de Mazatlán. Este último para facilitar la salida y llegada de mercancías desde y hacia los países asiáticos con comunicación carretera a México, Estados Unidos y Canadá a través del ya existente proyecto Port To Plains.

Uno que esté dispuesto a hacer realidad el sueño largamente acariciado de tener un “canal” ferroviario que comunique el Pacífico y el Atlántico a través del Istmo de Tehuantepec. 200 kilómetros de vías férreas que detonarían exponencialmente la economía de Oaxaca, Veracruz, Chiapas y Tabasco. Las vías ya están ahí, solo hace falta que se ejecute el proyecto integral

México necesita un presidente que se comprometa hacia el futuro; no uno que solo mire hacia el pasado. Por eso, ocupamos un presidente que se comprometa de forma a la construcción de una auténtica red de trenes rápidos que comuniquen a las principales ciudades del país. Hay que terminar el México-Toluca, pero además ampliarlo hacia Morelia y Guadalajara. Es urgente el México-Querétaro, y que de ahí continúe a Celaya, Irapuato, León y Aguascalientes, por un lado, y hacia San Luís Potosí, rumbo al sur, y porque no, hasta Saltillo, Monterrey y a la frontera. Se ocupa por supuesto el Tuxtla Gutiérrez-Palenque-Villa Hermosa-Mérida-Cancún; y el Tijuana, Mexicali, Hermosillo, Culiacán, Mazatlán.

Nuestro país requiere urgentemente modernizar su red ferroviaria de carga. La que tenemos, según se suele comentar, data de tiempos de Don Porfirio, y desde entonces no ha crecido mucho.

Finalmente, se necesita mejorar y ampliar nuestra red de autopistas. Algunas, como la México-Querétaro-Saltillo-Monterrey-Nuevo Laredo están sobre saturadas. Otras, como la Tuxtla Gutiérrez-Palenque-Villahermosa, simplemente no existen.

Así pues, el progreso de México – y en consecuencia el abatimiento de la desigualdad- pasa por la construcción de nuevos aeropuertos y puertos marítimos. Por la construcción de nuevas refinerías, de más y mejores autopistas; de la ampliación y modernización de la red ferroviaria de transporte, y por la creación de una extensa red de trenes rápidos de pasajeros; y por la materialización del canal ferroviario en el Istmo de Tehuantepec que implicará necesariamente la construcción de dos nuevos puertos marítimos, uno en el Pacifico y otro en el Atlántico.

Si todo esto se llevara a cabo, México, sin duda dejaría de ser el país de las desigualdades. Se abatiría en gran medida la ancestral pobreza, y con ello disminuiría también en gran medida la inseguridad.

Entre todos los candidatos presidenciales, el único capaz de encabezar un proyecto de esta envergadura, es José Antonio Meade. ¿Será capaz éste de convertirse en el “Presidente de la Infraestructura”? Ojalá y sí. (FRANCISCO J. DE LA PEÑA)