A LA BÁSCULA

JULIÁN PARRA IBARRA 

Minoría rapaz

Durante el desarrollo de las campañas para la elección presidencial del 2000 surgió y creció como la espuma la figura de Vicente Fox, un guanajuatense con aspecto de ranchero, mal hablado, franco, dicharachero y que prometió a toda costa sacar el PRI de ‘Los Pinoles’, y aplastar a las tepocatas y a las víboras prietas. Impulsado más por el hartazgo de la ciudadanía contra los gobiernos priistas, el ex vendedor de Coca Cola se convirtió en el primer Presidente de México emanado de un partido distinto al PRI en la época moderna.

Siempre me quedó la impresión de que Fox jugó a ser candidato, que nunca se imaginó que la gente lo llevaría a ‘Los Pinoles’, y una vez instalado en la Silla del Águila no supo qué hacer. Por ello desperdició la oportunidad histórica de llegar legitimado, con una gran popularidad, lo que le daba las herramientas para enfrentar y desmantelar al viejo sistema.

Pero le dio miedo y prefirió ‘nadar de a perrito’ durante su administración, antes que tener que enfrentarse lo que al tiempo Andrés Manuel López Obrador bautizó con el nombre de ‘La mafia del poder’, es decir con los hombres del poder, político y económico. Optó, antes que comprometerse con el País, a cohabitar y hasta cogobernar con quienes históricamente han integrado al ‘sistema’, que es el que indistintamente mueve todos los hilos en México, más allá de los colores que hayan llevado a la Silla del Águila al huésped en turno de Los Pinos.

El PRI según se ve en los hechos, no aprendió de la lección que le llevó a perder en 2000 la Presidencia de la República y seis años más tarde irse hasta el tercer lugar, después del PAN y entonces del PRD. Volvió no sólo a cometer los mismos errores, sino que multiplicó la capacidad de corrupción de muchos de sus gobernantes, lo que provocó que refloreciera hiperbolizado el sentimiento anti priista, que no se necesita ser un experto para ver en su máxima expresión en las actuales campañas presidenciales con su candidato José Antonio Meade.

Casi un par de décadas después, quien ha logrado capitalizar ese hartazgo ciudadano que se vuelve a manifestar, pero ahora no sólo contra las administraciones priistas, sino también contra las panistas, sobre todo contra la violenta que encabezó Felipe Calderón. Ambos, priistas y panistas, primero crearon al ‘coco’ y ahora se asustan con él. Ambos atizaron duro a la hoguera de la decepción y del hartazgo, que bien ha sabido capitalizar el actual candidato de Morena.

Andrés Manuel López Obrador, justo a la mitad de la campaña electoral, está situado con una gran probabilidad de ser el próximo Presidente de México, y como se advierten serios problemas para evitar que eso suceda, nuevamente se le está volviendo a crear una campaña del miedo, la que se ha venido incrementando conforme pasan los días y no logran bajarlo del primer lugar en que lo sitúan todas las encuestas hasta ahora. La diferencia de hace 12 años es que parece que ahora está blindado contra ese tipo de ataques, que parecen hacerle nada o muy poco.

Su confrontación con ‘el sector empresarial’ del país, parecía que era el torpedo ideal para descarrilarlo, sobre todo cuando le reviraron vía desplegados y presencia mediática, a la acusación de que había una ‘minoría rapaz’ que a su eventual llegada a la presidencia se les terminarían los privilegios. Y soltó botones de ejemplo, con nombres y apellidos. Los empresarios se ofendieron, dijeron que no eran ladrones sino generadores de riqueza, que nueve de cada 10 empleos los generan ellos, que ocho de cada 10 pesos que se invierten en este país provienen de la Iniciativa Privada.

Ambos bandos parecen haberle bajado dos rayitas al volumen de sus declaraciones, pero yo le pregunto y le ofrezco datos duros, cifras. Va la pregunta: ¿No son una elite del empresariado mexicano privilegiados desde el poder? ¿No es una forma de, como lo dijera AMLO, tener secuestradas a las instituciones?

Ahora van los datos duros: Entre 2000 y 2011 la Secretaría de Hacienda devolvió o condonó impuestos a un puñado de las grandes empresas que operan en el país, por el orden de 1 billón 641 mil 473 millones de pesos, concentrando 76.5 por ciento de estas operaciones en 398 grandes empresas. ¿No es eso un privilegio del que no podemos gozar el resto de los mexicanos, trabajadores, profesionistas, emprendedores, pequeños y medianos empresarios? ¿No son una minoría rapaz a la que el gobierno no le cobra impuestos, más de un billón y medio de pesos en una década, cuando facturan arriba de 500 millones de pesos anuales?

Y cuando la organización Artículo 19 y el laureado portal Animal Político interpusieron un recurso legal para que el SAT diera a conocer la lista de las empresas beneficiadas con estas medidas, el SAT se amparó para evitar que se abriera la información. Esos son los privilegios que no quieren perder.

 

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@JulianParraIba