PLAZA CÍVICA

FERNANDO NÚÑEZ DE LA GARZA EVIA 

AMLO y el choque con las cúpulas empresariales 

Andrés Manuel López Obrador y las cúpulas empresariales del país han chocado frontalmente, nuevamente. Sin embargo, quienes realmente han chocado son una parte importante de las clases populares mexicanas con una parte igualmente importante de las élites políticas y económicas del país. El candidato presidencial de MORENA es consecuencia de una paciencia que se les ha agotado a amplias capas de la ciudadanía mexicana, y con toda la razón. Ambas partes tienen aciertos y desaciertos, y lo mínimo que podemos hacer es tratar de entender un problema de tales magnitudes.

En muchas de las sociedades contemporáneas, “libertad” e “igualdad” son dos palabras esenciales a las que más vale darles su lugar. La primera de ellas fue el tambor de guerra de la sociedad mexicana durante los años ochenta y noventa, finalmente haciéndola realidad con la apertura del régimen autoritario y la instauración de la democracia. Sin embargo, quedó el gran pendiente de la segunda de ellas, creyendo muchos que la libertad alcanzada necesariamente iba a traer la ansiada igualdad. Nada más equivocado, y tras básicamente dieciocho años de expectativas fallidas, han comenzado nuevamente los tambores de guerra.

Si alguien piensa que la impaciencia de millones de mexicanos es infundada, que piense otra vez. Seis datos concretos resultan reveladores: en los últimos 25 años la pobreza en el país se ha mantenido en un 53% (CIDE); la desigualdad es mayor hoy que la que había en la década de los ochentas (OXFAM); en 2002 la riqueza de los 4 mexicanos más pudientes representaba el 2% del PIB, y hoy representa el 9.5% (OXFAM); en los últimos 25 años el salario mínimo perdió el 76.3% de su poder adquisitivo (UNAM); y el poder adquisitivo a nivel posgrado cayó 10 mil pesos entre 2005 y 2016 (UIA – Puebla). Entonces el coctel lopezobradorista está hecho de estancada pobreza, acrecentada desigualdad, multiplicada riqueza en algunos cuantos individuos, y pérdida salarial en todos los niveles. A eso basta agregar desvergonzada corrupción, y el coctel está a punto de explotar. Si en el mundo desarrollado la desigualdad es un problema mayúsculo, no existe razón por la que en México no lo sea aún más.

Tanto las cúpulas empresariales como López Obrador se equivocan y aciertan. Los empresarios del país se han equivocado durante largo tiempo al no querer hacer lo mínimo: subir el salario mínimo para que alcance para el mínimo, pagar impuestos (en este sentido, solo basta ver los estudios de Fundar: Centro de Análisis e Investigación), y dejar de apostarle a la mano de obra barata y más a la innovación para ser competitivos (ver el reportaje de PA Consulting, Innovation Matters). Sin embargo, aciertan al quejarse de los ataques personales, de la necesidad de establecer condiciones de confianza y al hacer hincapié sobre la importancia que tienen las empresas del país para la vida nacional. Por otra parte, Andrés Manuel López Obrador se equivoca, nuevamente, con simplificar la realidad, al culpar por todas las desgracias y tragedias nacionales a una “mafia del poder”, al hacer los ataques sumamente personales, y al volver a mostrar mucha volubilidad golpeando para días después enseñar el pañuelo de la paz; además, una terrible estrategia electoral. Pero acierta, en una medida importante, al decir que el gobierno está al servicio de una minoría rapaz. ¿O los datos anteriores, junto con los negocios hechos al amparo del poder, y los innumerables escándalos de corrupción no son prueba de ello?

Al comienzo del desencuentro, en su primer desplegado, los empresarios usaron la palabra “libertad”, pero nada de “igualdad”. En su segundo desplegado volvieron a usar la palabra “libertad” subrayándola, pero ya de plano incluyeron “igualdad” y “pobreza”, aunque un tanto perdidas en el texto. Tal vez, demasiado tarde.

 

 

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