El peyote, una tradición: ¿beneficio o prejuicio?

Por Marco A. Saucedo

 Desde hace cientos de años, los indios huicholes, originarios de la sierra de Nayarit, Jalisco y Durango, cuentan con su propio dialecto, lengua que todavía se conserva en México, la cual ha pasado de generación en generación, de la misma forma que el ritual del peyote.

¿Qué es el peyote?

El nombre científico del peyote es Lophophora williamsii. Especie cactácea localizada en las regiones desérticas y semidesérticas de los estados de Nayarit, Chihuahua, Durango, San Luis Potosí, Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Nuevo México y Arizona. Tuvo su auge en los años 60´s y hasta 70´s cuando los “hippies” arribaban a Real de Catorce (San Luis Potosí) a fumar marihuana y comer peyote, lo que a la fecha originó que en esta zona ya no exista en abundancia.

Propiedades medicinales

El Peyote o Hikori, como lo llaman los huicholes, es muy conocido por sus 55 sustancias alcaloides psicoactivas, como la mezcalina, principal sustancia responsable de sus efectos psicodélicos, utilizada para la meditación y la psicoterapia psicodélica.

Dentro de las propiedades curativas que se estudian, se encuentran la sanación del dolor, depuración de la sangre, elimina adicciones y además tiene propiedades inmunológicas. Por generaciones se ha utilizado para los dolores de muelas, reumatismo, asma, resfriados y como analgésico. Su gran poder antibacteriano es capaz de eliminar cepas resistentes a los antibióticos.

 

La búsqueda del peyote sigue

El Peyote es considerado una hierba alucinógena en peligro de extinción por el uso inmoderado del hombre. Mezclado en un bote con alcohol, lo utilizan en muchos hogares mexicanos como ungüento contra los dolores reumáticos y de golpes.

Para muchos investigadores de medicina, se debe de regular su consumo, ya que tiene muchos más beneficios, y sólo los prejuicios no permiten el avance de la ciencia, por lo que siguen buscando que las autoridades federales autoricen su uso en la medicina convencional.

La planta sagrada

El Hikuri, como es llamado el peyote, posee una larga tradición de uso medicinal y de uso dentro de los rituales huicholes (wixárikas), coras y tarahumaras (rarámuris), principalmente usado para resistir las largas caminatas y largas jornadas de trabajo.

El norte de México es una de las zonas donde todavía podemos encontrar peyote, pero no es tarea fácil, hay que caminar entre la densa vegetación de maguey, lechuguilla, gobernadora, candelilla y diversas especies de palmas.

Fui invitado por Raúl Arias, un buen amigo, a realizar un ritual en compañía de un chamán huichol. Después de adentrarnos en el monte, buscando entre arbustos y espinas del semidesierto ramosarizpense, logramos encontrar el primer cactáceo, al cual hay que pedirle permiso para extraerlo de la madre Tierra, ofrendando tabaco y algunas otras cosas; eso nos permitió como arte de magia encontrar más peyotes.

Ahora podemos extraerlos completamente del suelo o cortar los gajos superiores para que siga creciendo. Un peyote tarda entre 8 y 10 años en alcanzar 10 cm de diámetro.

 

La ceremonia con vigilia

Mi curiosidad de saber qué significa el gran ritual para los pueblos huicholes y cuál es su concepto de esta famosa cactácea, me llevó a estar presente.

Antonio Rivero de la Cruz, chamán o marakame huichol, es un hombre medicina. Hombre santo de más de 95 años de edad que se dedica a sanar a la gente mediante las Mobielis (plumas en las flechas). Con una pequeña estatura y una voz aguda que demuestra su edad, y que me hace pensar que ha visto todo, nos narra sobre el ritual huichol.

El marakame es el encargado de guiar el ritual, de enseñar a preservar “la costumbre” (como ellos le llaman). Él puede detectar un espíritu enfermo y sanarlo.

La ceremonia sagrada de sanación o de vigilia, comprende desde la tarde del día anterior, toda la noche y hasta el amanecer. Ataviado con su indumentaria indígena, tejida a mano y con dibujos que asemejan la flor del peyote y el venado azul, me hacen recordar lo maravillosa que es nuestra cultura indígena y sus preciosas artesanías.

Empiezan a preparar el templo, nos colocamos alrededor del fuego que significa la vida y la luz. La hoguera deberá permanecer encendida por el guardián del fuego, una persona encargada de abastecer de leña durante todo el ritual, hasta el amanecer.

Marakame dice: “Si una persona no cumple los requisitos, no hallará el hikuri o peyote. Para estar presente en la ceremonia, cada integrante del ritual deberá haber dejado el consumo de carnes rojas y sal, haber tenido una dieta rica en fruta y verdura y tener un ayuno al menos en una semana; además, no haber tenido relaciones sexuales recientemente. Todo esto permitirá poder cazar y comer el hikuri”.

 

Inicia la ceremonia

Alrededor de la hoguera se inician los cánticos en lengua huichol, invocan las voces del pasado y de los ancestros durante la fría madrugada. En la oscuridad de la noche se entrelazan los ruidos del desierto, el soplar del viento y el crujir de la leña que mantiene viva la luz del fuego, el símbolo de la vida. Las velas iluminan el lugar y las sombras toman formas; el incienso y el humo del fuego dejan entrever figuras y olores que coadyuvan a tener visiones.

Desde los dos años de edad, Antonio era guiado por su abuelo que también era marakame, fue quien le enseñó el ritual. Me narra esa gran experiencia al momento de comer peyote:  “mi abuelo en medio de la noche me decía, al que le toca suerte, aquíí se va dormir con puro peyote”, pero lo bueno es cuando te toca suerte de que la madre tierra, el sol y los animales te ayudan a encontrar al venado azul, un conjunto de peyotes en forma de venado tendido sobre la tierra, ya que una vez lo encuentres, no te dejará; ahora todos ellos son parte de la naturaleza y te ayudarán a sanar a la gente”.

“La víbora azul, el escorpión, el tejón y otros animales y espíritus te ayudarán para que durante las curaciones hagas tu trabajo, yo me cuido siempre durante el ritual, no me pierdo, porque si te pierdes no regresas”, finalizó.

 

El amanecer

Llega la madrugada y el frío del semidesierto solo es contrarrestado por unas cobijas que nos cubren las espaldas y el ardiente fuego al centro de la ceremonia; salen las pláticas entre los presentes, las verdades deben aflorar y ser lanzarlas al fuego. Nada te debes guardar, desde las cosas personales, hasta las anécdotas entre amigos.

Todo sólo puede ser interrumpido por los cánticos y las visiones que dejan entrever la relación del hombre con la naturaleza, esa fuerza que nos une y a la vez que el mismo hombre destruye; tal es el caso del reciente incendio en la sierra de Zapaliname en Saltillo, que acabó con más de 450 hectáreas de vegetación, todo por la inconsciencia de unos jovencitos.

Para el amanecer todo está dispuesto, la velada fue increíble, al igual que la experiencia; el sol también nos sorprende con sus primeros rayos que nos dan fuerza y nos hacen sentir su gran poder. Los efectos, que duran entre seis y ocho horas, ya pasaron. La experiencia fue extrema, ojalá estuvieran aquí conmigo para tomar una taza de café y disfrutar de la naturaleza, la vida, la flora, la fauna y “un buen peyote” dijo el chamán.

Durante el ritual se pueden llegar a ver animales, personas y a los guardianes del peyote, debido a un fenómeno denominado hiperestesia, que es el incremento de la capacidad sensorial de la persona que lo ingiere. Durante el ritual del peyote, el uso del mismo te conecta con todo lo que te rodea, incrementando los sentidos, sobre todo la visión, provocando alucinaciones.

 

Se extingue la tradición

El chamán Antonio, señala que los mexicanos debemos de ser Anahuacas, orgullosos de nuestras raíces; reconocer de dónde venimos y quienes somos, porque cada vez son menos jóvenes indígenas los que siguen este ritual, y más las tradiciones que se van perdiendo con el tiempo. Es de gran importancia que se busque la forma de preservarlas entre gobierno y sociedad.

Antonio fue de los primeros marakames que busca preservar a toda costa la tradición. Enseño “la costumbre” a los Teiguaris, (mestizos que no pertenecen a la tribu), los cuales sin ser de la comunidad huichol, se han comprometido a preservar estas costumbres. Debido a lo anterior Antonio fue expulsado de su pueblo, por haber extendido y enseñado a otros la ceremonia del peyote.

¿Y nosotros que estamos haciendo para preservar las nuestras?