EL MESÓN DE SAN ANTONIO

ALFONSO VÁZQUEZ SOTELO 

El regreso de vacaciones. Seguras anécdotas.

Los que disfrutábamos de vacaciones en los años 60´s regresábamos con una sonrisa de satisfacción, Acapulco era el paraíso anhelado. Todos las familias conformadas por papá, mamá y con al menos  tres hijos o más anhelaban una fotografía  a la vera de Caleta o Caletilla como muestra de que habían estado en esos lugares. Sitios tan apetecidos en esos tiempos por las clases con aspiraciones a ser incluidos en esa sociedad emergente tan propia del milagro mexicano. La foto  de ese recuerdo de viaje  ahora  tiene un valor de memoria familiar

Por ejemplo: algunos de los que aparecen en la fotografía ya murieron; lozanos sucumbieron con la gran tristeza del resto de los hermanos.

Algunos de los niños que habían ido de vacaciones a Acapulco comentaban al regreso ante la pregunta ¿cómo es el mar? Explicaban: dicen que hay agua después de toda esta gente que está en la playa.

Todos se desplazaron en la camioneta  de la familia (Dalila era su nombre). Iba repleta de tías y primos disputándose un lugar; el tío Gordo manejaba con singular alegría al  compás de las cadencias de mambo o cha cha chá de moda, del rock en español poco y en idioma  inglés infumable.

Durante el traslado a ese paraíso comíamos sandia, trozos grandes; luego comenzamos a sentir el rigor del viaje después de Chilpancingo. No terminaban las curvas sino que estas se hacían más sinuosas  hasta causarnos vértigo. Eso nos provocó un vahído con tal dramatismo que nos asustamos.

Reflexionábamos; una sandía no podía hacer tanto daño, comentamos; hace teatro la tía, seguramente quiere apapacho del marido reciente. El vómito no aguantó su recipiente estomacal e inclinándose sobre su propia  humanidad, este fue esparcido con tal abundancia que para todos alcanzó; los que estábamos cerca queríamos salvar nuestra integridad,  cuando la tía se arqueó como lusitana en representación de una danza. Todos gritábamos como poniendo resguardo y escudo con clamor.

A partir de ahí le tomamos una cierta tirria a la pobre, misma que no acabó hasta que llegamos al puerto de Acapulco.

La camioneta se estacionó por Caletilla. En esos parajes llenos de mitos y fantasías,  nuestra emoción se desbordó entusiasmada. Veíamos agua, una cantidad de agua inmensa interminable, arena pegajosa, y los gritos de cuidado. Cuando apenas estacionamos esa camioneta, corrimos como si tuviéramos apetito de diversión en esa agua que nos dio revolcones sin compostura; salimos del  primer enfrentamiento llenos de raspones y un sabor de agua salada hasta ese momento ignorado.

Hicimos fortalezas de arena y nos enterramos en el polvillo. Dábamos rienda suelta a nuestra alegría en ese depósito de olas que tenían un ritmo infatigable; nadie podía sacarnos de ese sitio.  Vino la tarde y nuestros cuerpos pedían clemencia, nos fuimos a cenar y los pies parecían que acarrean colgados 50 kilos cada uno. Llegamos al cuarto de hotel y dormimos hasta el día siguiente.

Al regreso de este paseo íbamos  llenos de anécdotas y de flatulencias en la confianza de muchas horas juntos; algunos ya destacaban con singular alegría y confianza en el grupo en esos menesteres, y se dijo: nada de esto debía contarse al regreso, ni los vómitos de la tía.

Cada uno fue devuelto a su casa como quien es entregado en un servicio escolar. ¡Y claro! nadie guardó detalles del viaje.

Por mucho tiempo seguimos conversando de ese viaje, esa primera camada de primos que   fuimos sustituidos en el siguiente viaje de vacaciones por otros que eran una generación menor. Las vacaciones se nos volvieron un deseo y ahora se tornan indispensables porque así ha venido evolucionando esto de vacacionar. Ahora mis hijos tienen un severo control de esas vacaciones, ya que las planean con esmero con una gran logística con el sabor de la convivencia y sobre todo con una profusión de recuerdos fotográficos que se obtienen en tiempo real o casi instantáneamente.

Cuando volvemos de vacaciones comienza la rutina de todo el año; el volver a empezar, retomar el trabajo y todo lo que dejamos pendiente antes de irnos.

En esta vuelta volvemos a encontrarnos con los problemas que por un tiempo habíamos abandonado y olvidado.

Finaliza la laxitud de horarios ¿todos estamos de regreso? Esperamos que usted haya disfrutado las vacaciones.

 

Autor

Alfonso Vazquez Sotelo