El mal del Parkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa de mayor prevalencia

 

Comúnmente se presenta entre los 60 y 80 años de edad

Temblor en manos, brazos, piernas, mandíbula y cara; rigidez de las extremidades y el tronco, bradicinesia -lentitud del movimiento-, e inestabilidad en la postura, coordinación o balance, son los síntomas principales de la enfermedad del Parkinson.

En la víspera del Día Mundial del Parkinson, la especialista en geriatría del Hospital General de Zona (HGZ), No. 2 del Instituto Mexicano del Seguro Social, (IMSS), Sandra Martínez Fernández, menciona que es la segunda enfermedad neurodegenerativa con más prevalencia y ocurre por la pérdida de neuronas a nivel de las sustancias negras, es decir, donde se produce la dopamina; neurotransmisor que permite realizar los movimientos del cuerpo en forma adecuada.

Conforme las manifestaciones se acentúan, los pacientes pueden tener dificultad para caminar, hablar, leer, sostener utensilios y realizar otras tareas aparentemente simples; un diagnóstico oportuno permite retrasar el avance de la enfermedad y las alteraciones en la calidad de vida de la persona y de su familia.

A decir de la experta no se tiene con claridad su origen, pero se considera que una alimentación balanceada, la práctica de deporte y buscar ambientes relajados son esenciales en la prevención de éste y de todo tipo de padecimientos.

El Parkinson es un padecimiento crónico degenerativo, progresivo y persistente, los síntomas empeoran con el tiempo; mientras que los tratamientos son de control y a largo plazo.

Se presenta entre el tres y el 10 por ciento de la población en general, no es contagiosa ni se hereda -es decir, no pasa directamente de un miembro de la familia o de una generación a la siguiente-.

Lo común es que sucede entre los 65 y 80 años de edad, sin embargo las manifestaciones pueden iniciar mucho antes y se estima que entre el cinco al 10 por ciento registran la enfermedad a partir de los 40 años.

Las primeras señales son leves y paulatinas, los pacientes pueden sentirse cansados o advertir un malestar general. Algunos pueden mostrar temblor y dificultad al momento de levantarse de una silla, hablar con voz excesivamente baja y su caligrafía aparece apretada e irregular.

Pueden perder la conciencia de una palabra o pensamiento y se sienten irritables y deprimidos sin razón alguna. Este periodo muy inicial de la enfermedad puede durar por largo tiempo antes de que aparezcan manifestaciones más clásicas y obvias.

Martínez Fernández, revela que la familia o los amigos son los primeros en darse cuenta de los cambios. Pueden notar que la cara de la persona carece de expresión y de animación (conocida como «máscara»), que permanece en cierta posición por largo periodo de tiempo o que no mueve un brazo o una pierna normalmente. Quizá el afectado permanece inflexible, inseguro e inusualmente lento.

Al estar relajado el temblor empeora, por ejemplo, unos cuantos segundos después de que las manos descansan en una mesa, el movimiento involuntario es más pronunciado; este es el síntoma de los más llamativos y conduce a la gente a buscar ayuda médica.

Las personas que presentan estremecimiento de reposo, agarrotamiento, lentitud o dificultad en la marcha y en general para los movimientos,  inestabilidad en la postura y en la coordinación, deben recibir atención especializada ya que la oportuna detección de la enfermedad permite limitar el avance y con ello ofrecer una mejor calidad de vida, recalca la geriatra. (EL HERALDO)