LLAMAS EN EL EDIFICIO

JUAN ANTONIO MARTÍNEZ BARRIOS

Imagino un edificio con llamas en su interior. Llamas incipientes en algunas de las piezas en determinados pisos del inmueble. Y veo a los simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador lanzándose al vacío en lugar de luchar por apagar las llamas.

Es cierto, hay hartazgo entre la sociedad, y con razón, pues los casos de corrupción y de decisiones erróneas abundan. Y abundan también los políticos que dan la impresión de estar dentro de un concurso a ver quién roba más y más descaradamente. Y cuando pensamos que las cosas han tocado fondo resulta que los siguientes superan a los anteriores.

Y luego como sociedad queremos que los gobernantes nos soluciones todos los problemas, y ahí vamos arrastrando una subcultura o contracultura de ausencia de civismo, de irresponsabilidad, de limpieza, de hacer trampa para adelantarse en la fila. ¿Una acusación de corrupto a determinado funcionario no estará acicateada por la envidia? Queremos soluciones mágicas sin poner nada de nuestra parte. Perseguimos, pues, que se haga la voluntad en los bueyes del compadre.

De llegar a ganar las elecciones, definitivamente López Obrador no va a cambiar toda contracultura que acarreamos, incluidos, por supuesto, los hechos de corrupción en todos los niveles y ámbitos. Pero el candidato de Morena pretende ganar mintiendo al electorado, imponiendo, presentando promesas incumplibles, irrealizables, peor que populistas con un costo estimado en más de un billón de pesos. Ya le copió su estrategia a Donald Trump.

Sin embargo, los disparates de AMLO han ganado adeptos. Ya dijo que perdonará a Peña Nieto, que lo pueden convencer de que es un buen proyecto el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, que absolverá a los capos del crimen organizado, y ya impuso al delincuente de Napoleón Gómez Urrutia como candidato a senador. ¿De qué ha vivido López Obrador en los últimos 18 años? El candidato presidencial se ha negado sistemáticamente a hablar del tema.

México puede ser un edificio con llamas en su interior. Pero no es un edificio envuelto en llamas para desesperadamente lanzarse al vacío, a ese vacío que representa López Obrador.