Acceso al agua: ¿se acerca la revolución verde?

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¿Y si las represas, los canales de riego y las plantas de tratamiento de aguas no fueran los únicos mecanismos para gestionar el agua? El Informe Mundial sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos de las Naciones Unidas aboga en su edición de 2018 por soluciones basadas en la naturaleza para mejorar el abastecimiento y la calidad del agua y reducir el impacto de las catástrofes naturales.

La Directora General de la UNESCO, Audrey Azoulay, y el presidente de ONU-Agua, Gilbert Houngbo, lo presentaron este lunes en el 8º Foro Mundial del Agua que tiene lugar en Brasilia.

“Necesitamos soluciones nuevas de gestión de los recursos hídricos para contrarrestar nuevos desafíos relacionados con la seguridad del agua planteados por el crecimiento demográfico y el cambio climático. Si no actuamos, de aquí a 2050 cerca de 5,000 millones de personas vivirán en zonas con escasez de agua. Este informe propone soluciones basadas en la naturaleza para gestionar mejor el agua. Es un desafío mayor que debemos abordar juntos y de manera responsable para impedir los conflictos relacionados con el agua”, declaró la Directora General de la UNESCO, Audrey Azoulay.

“Durante mucho tiempo, el mundo ha recurrido en primer lugar a la infraestructura construida o “gris” para mejorar la gestión de los recursos hídricos. Al hacerlo, frecuentemente ha dejado de lado el conocimiento tradicional e indígena, que adopta enfoques más ecológicos. Tres años después del inicio de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible ha llegado el momento de considerar nuevamente las soluciones basadas en la naturaleza (SbN) para contribuir a la consecución de los objetivos de la gestión del agua”, afirma por su parte Gilbert Houngbo, presidente de ONU-Agua y del Fondo Internacional para el Desarrollo de la Agricultura en su prólogo al Informe.

Apostar por la ingeniería ecológica

El uso de infraestructuras “verdes” –por oposición a las infraestructuras “grises”– para mejorar la gestión del agua apuesta por la ingeniería ecológica, que preserva el papel que desempeñan los ecosistemas, en lugar de por la ingeniería civil. En el terreno agrícola, que es con mucha diferencia el sector que más agua consume, sus aplicaciones son múltiples: el desarrollo de sistemas de irrigación “verdes” más eficaces permite por ejemplo disminuir la presión sobre la tierra, reducir la polución, y limitar la erosión de los suelos y la cantidad de agua necesaria.

A escala mundial, se estima que la producción agrícola podría aumentar casi un 20% utilizando prácticas más ecológicas de gestión del agua. El Informe cita por ejemplo un estudio sobre proyectos de desarrollo agrícola realizado en 57 países de bajo ingreso, que muestra que usar el agua de manera eficaz, utilizar menos pesticidas y mejorar la cobertura vegetal del suelo puede aumentar el rendimiento agrícola en un 79%.

Estas soluciones “verdes” son también extrapolables al espacio urbano. Los ejemplos más visibles de ello son las fachadas vegetales o los tejados ajardinados, pero existen también maneras “naturales” de reciclar y recolectar el agua, de crear estanques naturales de retención del agua para alimentar las napas freáticas o de proteger las cuencas hidrológicas que alimentan las ciudades.

El papel clave de las zonas húmedas

Las zonas húmedas, que cubren únicamente 2,6% del planeta, desempeñan un papel hidrológico de primer plano: tienen un impacto directo sobre la calidad del agua y actúan como filtros para retener algunas sustancias tóxicas derivadas de los pesticidas, los desechos industriales o la actividad minera.

Se estima que las zonas húmedas pueden por sí solas retirar entre 20 y 60% de los metales contenidos en el agua y retener entre 80 y 90% de los sedimentos de las aguas de escorrentía. Hasta el punto de que en algunas regiones se han recreado zonas húmedas para tratar al menos parcialmente las aguas usadas de origen industrial.

Reducción del riesgo de catástrofes naturales

Las zonas húmedas actúan también como barreras y esponjas naturales que capturan el agua de lluvia, lo que limita la erosión del suelo y el impacto de ciertas catástrofes naturales, como las inundaciones. Pero, debido al cambio climático, los expertos prevén que la frecuencia y la intensidad de estas catástrofes van a acentuarse.

Algunos países ya están actuando en consecuencia: tras el tsunami que azotó sus costas en 2010, Chile anunció medidas para proteger las zonas húmedas que bordean las zonas costeras del país.

A pesar de todos estos beneficios, todavía se recurre muy poco a las soluciones basadas en la naturaleza. La mayoría de las inversiones actuales siguen concentrándose en infraestructuras “grises”, pese a que las “verdes” aportan soluciones prometedoras y complementarias a las infraestructuras clásicas. El Informe aboga por un reequilibrio entre ambos enfoques y recalcan que las soluciones basadas en la naturaleza se inscriben de lleno en los Objetivos de Desarrollo Sostenible adoptados por las Naciones Unidas en 2015. (CINU)