LA FORMA DEL LODO

RUBÉN OLVERA MARINES 

Ha sido tanta la lluvia de ataques, filtraciones y acusaciones mutuas entre los distintos aspirantes presidenciales, que el agua, producto del “diluvio de distracciones” del que hablaba Chomsky, se mezcló con la basura arrojada por las campañas negras, convirtiendo el proceso electoral que se avecina en un lodo fétido, putrefacto y oscuro. El proceso electoral, que aún no inicia, ya huele mal, y así se va a quedar.

Los compromisos, las propuestas, los contenidos y los mensajes de cambio y transformación que esperamos de los distintos aspirantes, quedarán atrapados dentro un fango que impregna el ambiente político con un olor a descalificaciones −insignificantes algunas, preocupantes otras−, que no hacen otra cosa más que minimizar el carácter racional del electorado, invocando a su lado emocional, pasional y memorístico. ¿Acaso, como electores, estamos dispuestos a arrinconar el debate público de calidad, evitaremos contrastar propuestas, proyectos, perfiles y capacidades técnicas de los aspirantes, para centrar nuestra atención en el marketing de las campañas negras y en los miles de spots negativos que están por venir?

Los que se dicen “expertos”, consultores y asesores de imagen, figuras posmodernas en las campañas electorales, incrustados en la estructura del war room de los candidatos al mismo nivel que los políticos más experimentados y representativos de los movimientos sociales, tienen una respuesta a la interrogante: .

Las campañas negras, negativas, de ataques sin propuestas, son efectivas porque despiertan el interés del electorado. El experto en encuestas Francisco Abundis, señaló en una entrevista reciente: “No hay forma de que no generen interés. El público no registra si son buenas o son malas. Es como las malas noticias de la farándula: la gente no se pregunta si estas noticias son ciertas o no, sólo les parece interesante que alguien que es exitoso tenga una historia oscura detrás”.

Al intentar hacernos creer que la política es un espectáculo − ¿hay diferencia?−, los votantes podríamos caer en un hoyo, profundo, sin cuerda de rescate y además, con camiones atestados de lodo de propaganda negra que amenazan con sepultar los valores democráticos de los últimos electores de este país que desean escuchar mensajes basados en propuestas.

Porque, desde el inicio de la competencia real por el poder en México, digamos allá en 1988, luego con la elección de 2000 con la transición y en el 2006 cuando se incrementaron las posibilidades de triunfo de Andrés Manuel López y la izquierda, el escándalo político es usado en forma cada vez más recurrente (e inteligente y visceral a la vez) como estrategia para afectar la intención del voto e incentivar el nivel de participación electoral −¡¿en serio, la participación ciudadana se eleva con las campañas negras?!− No lo creo.

Lastimosamente, como dije,  los “expertos” electorales tienen una respuesta: los votantes (preferentemente los independientes o apartidistas) obtienen mayor información para decidir su voto escuchando de las propiedades inmobiliarias de Ricardo Anaya, que de sus propuestas para combatir la corrupción, transitar hacia una economía del conocimiento o para garantizar un Ingreso Básico Universal. Lo mismo de Andrés Manuel López, se estima que los electores estarán más atentos a sus supuestos vínculos rusos y recordar el suceso de las “ligas” protagonizado por René Bejarano, que sopesar sus planteamientos para echar abajo la reforma educativa o para medir la viabilidad de otorgar un apoyo de 2 mil 400 pesos mensuales a más de 300 mil universitarios. Y en definitiva, están llamando más la atención los supuestos desvíos de recursos de José Antonio Meade a su paso por la Sedesol, que sus ideas para fortalecer al campo o para asegurar mejores salarios de las mujeres.

Nadie duda que la lógica de la acción policía moderna, convierta a las campañas negras en una opción estratégica para debilitar la fuerza electoral de determinados candidatos. El electorado podría agradecer, en parte, que a través de spots o filtraciones, conozca las fallas, ‘travesuras’ o faltas a la ley de los aspirantes.

Pero, si todos les ‘pegan’ a todos, entonces, ¿cuál de los aspirantes tendrá la calidad moral, la “entrañable transparencia” o la nitidez del agua, para asegurar que su estrategia de ataques y acusaciones surtirá algún efecto?

 

Tu Opinión: olveraruben@hotmail.com