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EDUARDO J. DE LA PEÑA

Sorprendió y metió ruido la reacción del ex gobernador Rogelio Montemayor Seguy al no ser considerado por el PRI para postularlo como candidato a diputado federal o senador.

En una posición crítica nunca antes vista en él, que resulta hasta insólita, Montemayor Seguy cuestiona la deuda pública; la impunidad; la falta de transparencia; la pérdida de ética en la política, el deterioro en las instituciones, y la corrupción.

Todo es cierto, pero no se había escuchado la voz de Montemayor haciendo esas denuncias, además de guardar silencio se mantuvo cercano a los dos gobiernos anteriores, disfrutando del buen trato que le dispensaron, aprovechando las oportunidades y espacios que tuvo en el sexenio que recién concluyó, y avalando el desempeño con su presencia en cuanto evento público se le invitó.

Claro, no rompe. Tira la piedra y se escuda en una posición de institucionalidad al asegurar que no buscará la participación política fuera del PRI.

Tampoco deja las cosas en las redes sociales, pues el mismo día en que difundió su mensaje también se conoció que uno de sus hijos se unió al grupo de la iniciativa privada que encabezan Luis Arizpe Jiménez y Juan Carlos López en el Consejo o Comisión que integraron para dar seguimiento al Sistema Anticorrupción. No importa que ahí esté también Rosendo Villarreal Dávila, con quien tan sonados desencuentros tuvo, lo mismo que con Manuel, el hermano de Juan Carlos.

Lo hemos señalado antes, la capacidad y talento de Montemayor están más allá de toda duda. Lo dijimos también en meses anteriores, en el Senado hacen falta perfiles como el suyo, que aporten experiencia, sapiencia y seriedad.

Los logros que enumera el ex gobernador en su carta abierta que publicó en redes sociales, en su mayoría son ciertos. Ahí está el Museo del Desierto, que en 18 años se ha consolidado como un referente académico, cultural y recreativo; el puente dos de Piedras Negras está desde luego en servicio; lo mismo que las universidades y los tecnológicos.

Pero, ¿cómo habla de eficacia de la Procuraduría si en su sexenio no se pudo con la delincuencia común?

Cierto, en su gobierno se difundían puntualmente las revisiones a la cuenta pública, pero nunca se transparentó por ejemplo la operación de Fodeisa que desarrolló el Centro Metropolitano en Saltillo; tampoco se dijo a quién se compraron los terrenos para construir el Puente Dos de Piedras; ni jamás se aclaró la desaparición de maquinaria que la PGR incautó al Grupo Aztlán, que estaba bajo la custodia del Director de Seguridad Pública Rafael Carreón Garrido y se dijo fue enviada a construir la autopista Allende-Agujita, que aún hoy se afirma está concesionada a Jesús María Montemayor, hermano del ex gobernador.

¿Quedó en el olvido la operación que intentó Montemayor al final de su sexenio para entregar a Jesús María Ramón las reservas territoriales de Acuña a precio de regalo como compensación por lo que invirtió en la competencia para la nominación del candidato del PRI a gobernador?

Todo esto es desde luego agua pasada, queda el apunte simplemente para recordar algunos casos emblemáticos y reflexionar en que, como todas, la administración de Rogelio Montemayor fue de claroscuros, y aunque el ex gobernador tiene aún mucho que aportar, no fue candidato porque no garantizaba lo que principalmente se necesitaba en este momento: votos.

También lo hemos dicho y es bien sabido, Montemayor no es un fenómeno de popularidad, sus activos políticos incluso han menguado y no son suficientes para impulsar al candidato presidencial José Antonio Meade, que en este momento ocupa quien lo lleve en hombros, no cargar con lastres como el Pemexgate, que sería un frente nuevamente abierto si el ex gobernador iba como candidato.

La inhabilitación de Montemayor puede ser una sanción administrativa, y tal vez no le impida legalmente ser candidato, pero sería un flanco de desgaste.

Votos, lo que se necesita es eso, por eso llamaron a Jericó Abramo para el Senado y a Fernando De Las Fuentes para una diputación federal.

Y a propósito de estos candidatos, cabe apuntar que los que antes obstaculizaron y combatieron a ambos ex alcaldes, hoy se tuvieron que hacer a un lado y reconocerles sus activos, pues los necesitan.

Cuando De Las Fuentes compitió contra Isidro López por la alcaldía, se burlaba de las advertencias de que podían manipular a la estructura para hacerlo perder, incluso hasta descuidó la campaña y se puso en manos de Alvaro Moreira. Dos o tres días antes de la elección, cuando ya nada se podía hacer, se dio cuenta de que efectivamente su cabeza sería entregada, entonces sí habló de traiciones, pero de nada le sirvió.

Muy similar el caso de Jericó Abramo en 2015. Ya había señales de que le repetirían la dosis que tres años antes utilizaron para construir la derrota de Enrique Martínez y Morales, pero él confiado aseguraba que ya había arreglado con Carlos Moreira, la sonrisa se le congeló cuando supo que al igual que Enrique llevaría como contrincante por Nueva Alianza a Tere Banda.

No hicieron perder a Jericó pero sí le manipularon a la estructura para que obtuviera apenas los votos suficientes, y con todo que era el priista mejor posicionado y mejor evaluado en Coahuila, tuvo la votación más baja de los siete candidatos a diputado federal.

Veremos si De Las Fuentes y Abramo aprendieron la lección y en quién se confían en esta nueva contienda.