“EL PASAJERO”

VÍCTOR BÓRQUEZ NÚÑEZ 

Un excelente thriller que evoca el estilo de Alfred Hitchcock de poner a un inocente en una situación extraordinaria, dándole poco tiempo para que descubra quién es el culpable, mientras un tren avanza de lleno hacia el peligro

Tan entretenida como inverosímil, precisa como un reloj e ilógica en todos sus planteamientos temáticos, he aquí la película perfecta para pasar casi dos horas de tensión, vértigo y adrenalina pura, con un Liam Neeson que ha sabido fabricarse un estilo de personaje que, según pasan los años, se transforma en un modelo ideal: el padre de familia al que pueden ocurrirle todas las desgracias juntas (acá parte siendo despedido después de diez años de impecable trabajo en una agencia de seguros y cargado de deudas porque su hijo ingresará a la universidad), pero que siempre sabrá cuidar de los suyos, aun cuando tenga que luchar contra enemigos poderosos y mortíferos.

En pocas palabras, gracias a su estilo de actuación parco y casi silencioso, impuso una marca: el padre de familia transformado en héroe de acción. A ello contribuyen dos elementos clave, sabe actuar (recuérdese su notable trabajo en ‘La Lista de Schindler’) y tiene una estatura que impone de inmediato su presencia y autoridad. Puede agregarse que, en este último tiempo, donde las arrugas de la edad adulta se marcan, saca provecho precisamente de ese elemento y, gracias a la magia de Hollywood, puede alzarse como un héroe hecho y derecho, el símbolo de la lucha y la resistencia ante las desgracias más increíbles, donde la saga “Búsqueda Implacable” (Taken), iniciada en 2008, es el ejemplo ideal.

La última película de Neeson es, precisamente, el resumen de todo lo anterior.

Tenemos un protagonista sufrido, al borde de la quiebra, que antes de los diez minutos de metraje queda cesante y a la deriva, el que es contactado en el tren que usa diariamente para llegar a su hogar por una extraña mujer que le ofrece una singular situación: debe localizar un extraño que porta una maleta de nombre Prynne, obteniendo a cambio cien mil dólares.

El detalle de la cesantía no es un dato menor, porque el Sr. McCauley (Liam Neeson) es echado de su trabajo de vendedor de seguros, sin mayores explicaciones y se enfrenta de manera abrupta a deudas y a la imposibilidad de costear la educación de su hijo adolescente, considerando además que tiene 60 años, es decir, faltándole cinco años para su retiro.

Por eso, cuando se encuentra con una bella mujer (Vera Farmiga), quien le plantea un reto: si él se atreve a coger un monto de dinero escondido en el baño del tren, deberá hallar a una persona que no suele abordar el expreso, y seguir las indicaciones que se le hagan, él no duda. Simplemente, necesita dinero para salvar a su familia de la bancarrota.

El realizador Jaume Collet-Serra, director de este filme de acción es, de alguna manera, el que impulsó la carrera actoral de Liam Neeson como héroe de acción. Eso gracias al filme “Desconocido” (2011), inspirada película con aliento hitchcockiano donde el actor irlandés trata de recuperar su identidad robada por un grupo criminal tras un accidente en Europa.

De ahí en adelante la relación entre Neeson y Collet-Serra se acrecentó, originando “Sin escalas” (2014) y “Run All Night” (2015), filmes que recuerdan precisamente al maestro Alfred Hitchcock, añadiendo lógicamente más violencia, sangre y adrenalina, considerando el estilo actual de espectadores.

Son los espacios cerrados los que le fascinan a Collet-Serra. En “Sin escalas” era un thriller filmado íntegramente en un avión comercial, mientras que ahora, en “El pasajero”, concentra casi la totalidad de su trama en el interior de un tren de acercamiento.

Con gran habilidad, el realizador español utiliza los múltiples puntos de vista que proporcionan los pasajeros y, siguiendo la receta del maestro Hitchcock, utiliza personajes muy reconocibles y cotidianos –el insoportable agente de Wall Street, la adolescente rebelde de look excéntrico, una inmigrante de la clase obrera, el anciano jubilado, el hombre musculoso y de conducta dudosa–, para que el espectador desconfíe de todos, en un momento preciso.

Este elemento en que cada uno puede ser el culpable, Hitchcock lo patentó como el famoso “whodunit” (¿quién lo ha hecho?), y que llevó a su máxima expresión precisamente en un filme donde gran parte transcurre en un tren: “La dama desaparece”.

Resulta interesante el empleo de espacios cerrados en el último tiempo (a este filme se suma el remake un tanto fallido de “Crimen en el Expreso de Oriente”, del británico Kenneth Branagh), sobre todo porque al trabajar en espacios muy reducidos y casi claustrofóbicos se exacerba el poder de la mirada por sobre los groseros efectismos y pirotecnias de las películas de superhéroes que tienen bastante cansados a los espectadores que buscan en el cine mayor inteligencia.

Y nadie puede negar que, al menos en tensión y en montaje, “El pasajero”, funciona como un notable mecanismo fílmico, preciso como un reloj, donde gran parte de la riqueza técnica descansa en espléndidos travellings, en donde la cámara recorre a gran velocidad los pasillos de los vagones o las tomas por debajo del tren que provocan vértigo y escalofríos.

Y como siempre sucede en este tipo de filmes -donde la lógica del argumento es lo que menos importa-, el protagonista (el típico hombre normal en el momento equivocado, según Hitchcock) vive en lo que dura la película una serie de disyuntivas de tipo moral, todo con tal de salvar a su familia, defender a sus compañeros de viaje y tratar de descubrir quién ha traicionado a quién.

Y eso eleva este filme por sobre lo habitual: podrá ser inverosímil (lo es), podrá tener estereotipos burdos (los tiene), pero es una maquinaria bien armada, ideal para pasar un excelente instante en el cine y, de paso, la constatación de que debemos seguir de cerca lo que este director español pueda sacar a continuación porque Jaume Collet-Serra, puede ser solamente un artesano, cierto, pero su cine tiene finura, no decepciona en el elemento de entretenimiento y es mucho más hábil con la cámara que un montón de otros que están sobredimensionados en la actual industria cinematográfica.