EL REGRESO DE MARY POPPINS

VÍCTOR BÓRQUEZ NÚÑEZ

 Secuela del clásico filme de Robert Stevenson que inmortalizó a Julie Andrews en 1964, esta continuación 55 años más tarde mantiene la magia, el encanto visual y personajes entrañables, aunque no tiene una banda sonora pegajosa ni la simpática Emily Blunt alcanza la estatura y el carisma que le imprimió a este personaje la inolvidable la protagonista de “La novicia rebelde”. Funciona como un homenaje a la original que apela a la nostalgia, pero no aporta una mirada original ni menos riesgos en lo narrativo.

 En 1964, la película “Mary Poppins”, con Julie Andrews y Dick van Dyke, supuso un clásico instantáneo, fue una cinta obligada para varias generaciones, generó un brillante cruce entre la comedia y el cine musical y entregó algunas de las canciones y coreografías más pegajosas e inolvidables en la historia del cine, especialmente con el inmortal baile de los deshollinadores en los techos de Londres, a comienzos del siglo XX.

El director de “Chicago”, Rob Marshall, emprendió la difícil tarea de realizar una secuela para el personaje creado por la escritora P. L. Travers, cuya oposición para que se realizara la adaptación de su obra por parte de Walt Disney, dio origen a una correcta película titulada “El sueño de Walt”, en 2013, que tuvo como intérpretes a Tom Hanks y Emma Thompson.

55 años después, aparece “El regreso de Mary Poppins” que se saluda como una secuela honesta respecto de la original,  que no se arriesga a crear nuevos puntos de vista, pero sí a recrear los espacios, los personajes y a apelar a la nostalgia que se siente por esta institutriz que se ganó para siempre el corazón de los espectadores.

Este filme tiene momentos memorables -la secuencia de los faroleros es uno de ellos- y entrega homenajes surtidos, incluyendo al mismísimo Dick van Dyke, quien reaparece en el tramo final, demostrando su carisma que lo hizo inolvidable como el amigo de Mary Poppins, que sabía por el cambio del viento cuando ella se aproximaba. Además, esta secuela entrega a través de sus canciones valores tan necesarios en la actualidad como la necesidad de no juzgar por las apariencias o siempre luchar por las verdades que uno abraza.

Este filme se inicia cuando los pequeños hermanos de la primera película son ahora adultos que están a punto de perder la casa en la que siempre han vivido. Él ha quedado viudo y con tres hijos, apenas sobrevive a la depresión que se vive en los años 30, en un Londres siempre concebido como una ciudad oscura y llena de recovecos, mientras que su hermana ha heredado el espíritu de lucha de su madre, porque se nos presenta como una hermosa sindicalista en la lucha obrera de la época.

“El regreso de Mary Poppins” ocurre en un momento en que todos necesitan recuperar o conocer la magia para poder superar los problemas y ver las posibilidades que tienen delante de sus ojos. Para ello, ahora tiene un nuevo amigo, el simpático Jack (excelente en su rol el actor Lin-Manuel Miranda) y la caótica prima Topsy que interpreta la mismísima Meryl Streep.

Debemos reconocer que “El regreso de Mary Poppins” no es una película perfecta. Tiene nuevos personajes, hay guiños a la nostalgia con Dick van Dyke y Angela Lansbury, en el tramo final,  y el director Marshall se ha esforzado por crear números musicales brillantes (el de la bañera, las farolas y la excelente secuencia animada homenaje al cabaret) con un cuidadoso diseño artístico, vestuario, maquillaje y peluquería pero hay instantes en que se siente demasiado cursi o exagerado el deseo de crear ambiente “familiar”, apelando a recursos que son marca registrada de los estudios Disney.

En sus dos horas de metraje, ‘El regreso de Mary Poppins’ es una película hecha para enamorar a la familia, a la vez que un sorprendente espectáculo, donde la muy simpática Emily Blunt está adecuada en su personaje pero, desde luego, no logra hacernos olvidar que Mary Poppins fue y seguirá siéndolo Julie Andrews.