ALGO QUE VALE LA PENA CONTAR

 ALBERTO BOARDMAN 

            El 12 de septiembre de 1847, justo antes del ataque final estadounidense contra el ejército mexicano en Chapultepec, los sobrevivientes del Batallón de San Patricio eran conducidos al pie de la colina de Mixcoac, para cumplir una cita con la horca. El 20 de agosto había tenido lugar la “Batalla de Churubusco”, en la que los soldados irlandeses adoptados por el ejército mexicano, demostraron una vez más su valor resistiendo hasta el último momento; terminadas las balas, siguieron luchando a piedras, palos y bayonetas. El General David E. Twiggs ordenó al ejército americano el cese al fuego, procediendo a tomar prisioneros a los más de cincuenta sobrevivientes que se negaban a aceptar la rendición.

Obtenido el irrenunciable derecho al martirio, los detenidos pasarían por la tortura, el hambre y la sed, producto de la enfermiza y obsesiva venganza de los gringos, quienes desde 1846, cuando los irlandeses cambiaron de bando, vieron su suerte contra la certera artillería que lograría hacer leyenda en las batallas de Monterrey, La Angostura, Cerro Gordo, y finalmente, Churubusco.

Un capitán judío amigo del teniente John Riley, líder del batallón de San Patricio, intercedió por él contra su voluntad, logrando salvarle de la horca, pero no de los 59 azotes y las dos marcas con la “D” (inicial de “deserter”), impuestas a hierro candente en cada mejilla.

El resto del batallón fue dispuesto al cadalso, uno por cierto hecho especialmente para la ocasión, en éste la muerte no llegaría rápidamente por fractura de vértebras, sino lenta y agobiante por asfixia. “Ahorcarlos no es suficiente” celebraban los americanos. Antes de la orden final, un maltrecho John Riley, alcanzó a balbucir: ¡Batallón de San Patricio!, obteniendo por última vez la esperada respuesta de: “Presente”, justo antes del anunciado final.

Desde entonces cada 12 de septiembre en ciertas partes de México y el mundo, se recuerda, aunque ciertamente muy poco, el valor y arrojo de los héroes que al grito de “México libre” y “Erin Go Bragh” (Irlanda por siempre), demostraron que la valentía y la vida, son el precio que se paga por el derecho de entrar, en las páginas de la historia.

 

Somos lo que hemos leído y esta es palabra de lector.

 

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Alberto Boardman
Alberto Boardman
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