LA MONJA

VÍCTOR BÓRQUEZ NÚÑEZ

Hay que tener mucho cuidado: esta película funciona mejor si se tiene fresco en el recuerdo la muy interesante “El Conjuro”, filme que revitalizó el cine de terror contemporáneo, y por supuesto todo lo que aconteció después, léase “Anabelle” y su secuela. Esto es cine de industria, sí, pero hay también cierto cuidado en su planteamiento y se deja ver con agrado por los fanáticos de un género que se niega a morir y se reinventa cada cierto tiempo.

 

Para analizar “La Monja” (The Nun, Estados Unidos/2018), hay que tener muy en cuenta que todo partió con el éxito de taquilla de “El Conjuro”, una muy inquietante película que vino a poner orden en un género –el terrorífico- que se había olvidado de sus raíces y estaba dando obras predecibles y para nada significativas.

Porque, con el tiempo, se evidencia que “El conjuro” terminó por ubicarse entre las pocas películas terroríficas de los últimos años que gustó a la crítica y tuvo éxito en la taquilla. Por tal motivo -y dado que generó buenos dividendos-, los productores se apresuraron a sacar el mayor provecho de ese universo creado. De esta manera aparecieron las secuelas (“El conjuro 2”) y un spin-off (“Annabelle”) y su muy lograda continuación (“Annabelle 2: la creación”).

Teniendo esto presente, “La Monja” es una película que puede ser analizada como una precuela de “El Conjuro” (narra cómo se generó lo que después veremos en ese filme) pero también como un spin-off, esto es, toma un elemento aislado de la película anterior y genera una historia completa en torno a ese detalle.  Esa lógica es la que prevalece en “La Monja”

El director Corin Hardy (creador también de “Los hijos del diablo”), toma los lugares comunes del cine de terror y los renueva, logrando una película que si bien no alcanza estatura de genialidad, bien puede ser considerada una muy entretenida lección de suspenso y una pieza integrada perfectamente al universo creado por “El Conjuro”.

Si bien emplea todos los recursos típicos del género –el bosque, el cementerio, los túneles oscuros, los golpes de efecto y las posesiones- sabe sacar el mejor provecho precisamente a esos lugares comunes y seduce con una historia que se desarrolla de manera natural, con una leve pero no interesante sorpresa en la secuencia final-

La historia se inicia con el suicidio de una monja en una perdida abadía de clausura en Rumania. Ese lugar encierra muchos secretos inconfesados, por eso el Vaticano designa al Padre Burke (el conocido actor azteca Demián Bichir) para llevar a cabo una investigación, acompañado de una joven novicia (Taissa Farmiga, hermana de Vera, protagonista de El conjuro) a quienes se suma la persona que encontró el cadáver de la monja.

Cuando el grupo llega al siniestro lugar, comienzan a sucederse los hechos sobrenaturales, donde incluso tendremos una secuencia alucinante con caballeros cruzados que trajeron al sitio nada menos que la sangre de Jesucristo (sic).

Es cierto que el filme demora en partir con su intriga y que mucha información se concentra en la media hora final. No obstante, el director sabe sacar provecho al ambiente claustrofóbico de la abadía y sobre todo, subrayar adecuadamente los sucesos espiritistas con una exquisita banda sonora que, para un cinéfilo atento, puede recordar aquella exquisita creación musical que Popol Vuh hiciera para “Nosferatu, el vampiro”, de Werner Herzog, situada en las mismas localidades de este filme.

¿Qué faltó para alcanzar mayor estatura?

Desarrollar mejor el guion, pulir algunas escenas, porque en general se evidencia que había buenas intenciones en realizar una película sin desmerecer el origen. Y si bien no todo resulta, no decepciona como vehículo de sobresaltos y entretenimiento. Lo mejor sucede en los cinco últimos minutos, para los que el espectador debe estar atento, muy atento porque allí se entiende el sentido global de este universo terrorífico que, de seguro, seguirá expandiéndose.

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