EL MESÓN DE SAN ANTONIO

 ALFONSO VÁZQUEZ SOTELO 

El origen de los ancianos

Será que nadie los ha visto nacer, pero de pronto aparecen muy temprano en las plazas y algunos mercados de la ciudad como con vacío adentro estrujan.

Siempre están hablando entre ellos, ¿de qué  hablarán estos ancianos desde temprano?

No lo sé bien a bien, pues unos con la boca estropeada sólo balbucean algo que entre ellos llaman vivencias. A fuerza de verse y oírse  a diario, lo entienden como una lengua que transmite de anciano a viejo y de viejo a anciano; cuando los escuchamos con atención parecen que son recuerdos y sentimientos a veces lindos, pero en su mayoría estropeados por los seres que ellos quieren con la plenitud del agradecimiento, pero no se los pueden demostrar, son tan viejos.

¿Pero de quién debería ser el agradecimiento?

Les dicen incómodos, los enchilados, los bragueta caída, los de la  reúma y la bolsa entilichada y de mil formas más.

Se somete a bromas, a escondidas, no en plena cara; con la clara alusión al desprecio, o al abandono. Los descuidan porque en ocasiones ellos son estorbo.

¿Qué piden los ancianos? Ver a los nietos; que los nietos vean jóvenes a sus abuelos, sin achaques sin rigideces  ni dolencias.

Los hijos de los ancianos piden que no se mueran; pero si se mueren que no sea tan pronto. Y que si es pronto la muerte, se tengan los documentos necesarios en orden. Eso de batallar con escrituras y objetos del viejo es una molestia y motivo de desunión.

Para otros es un patrimonio que se acumula con gran cariño, cierto, habrá que hacer algunos ajustes, pero estarán siempre formando el patrimonio cultural de la familia.

«Cuando la gracia se une con las arrugas, es adorable. Hay un amanecer indecible en la vejez feliz”.-Víctor Hugo.

Dime cuántos hermanos tienes y te diré cuántos intereses hay.

Si son cinco hermanos son diez intereses mínimos, pues van las esposas y esposos a obtener algo del botín. Explícito o no habrá de todas las conductas avaros, positivos, humildes, materialistas. La voracidad aparecerá como mancha pegada a las paredes.

Hasta aquí llegó la amistad, oyó decir el viejo, por ello salió más temprano de la casa; se asusta y sale a la calle a refugiarse en el parque. Un día recuerda, en la misma banca que de joven ocupó, igualmente solo ese sitio, pero esos recuerdos no lo puede contar más que a sus coetáneos que tampoco escuchan.

«Cuanto más viejo me hago, más desconfío de la doctrina familiar que dice que la edad trae la sabiduría.”-H. L. Mencken.

Los viejos son viejos soldados de juventud, están exhibiendo sus medallas cuando los dejan, ya no recuerdan bien sus batallas y entonces confunden honor con laurel.

Los animales viejos solos derrumban, se traban de patas y mueren,  cuando mueres, son viejos con solemnidad breve. Las abejas aun viejas siguen estúpidamente trabajando sin saber para qué o quién trabajan. Por esa razón también canta la cigarra, porque no sabe qué es la muerte.

A propósito de mujeres con avanzada edad y con astucia, ellas logran concretar un oficio, tejer a pesar de ser discriminada por ociosa. Ellas logran viajar a muchos lugares. Esas actividades de los viejos son para hacerse sabio, pero no hay quién certifique esas competencias; ser viejo de tiempo completo.

La plenitud de toda esta vejez es cuando puede hacer un libro que cuente su vida y la de los demás.

Sin embargo, ser viejo no asegura ser competente por ello, pero sí afirma ser viejo.

De acuerdo con la lógica más elemental debería recurrirse al viejo, pero lo esconden para que no moleste.

Ellos sólo cargan cuando mucho unas cuantas cartas de amor, tan ajadas que dan preocupación manejarlas.

Cuando ellos ven al techo lo hacen azuzados por una mosca que los guía ahí; es el instante en donde recuerdan modernizar y cambiar el mundo, de pronto la ventana se abre y sale la mosca y la ilusión.

¿Los viejos están olvidados? Sí, desde luego que sí, transitarán por un periplo lleno de miseria en términos generales.

Hacen falta muchos centros de atención para ancianos, que den sobre todo, tranquilidad en esos últimos años de vida. Las políticas públicas aún están lejos de atender esta población tan creciente en el mundo y en nuestro país.

Además los programas son asistencialistas, nunca pretenden un desarrollo del viejo en su vejez.

Claramente se oye decir déjalo ahí, le gusta ese rincón, le recuerda su juventud.

¿Quién sabe si esta población de viejos ya tenga resuelto sus trámites finales, los de la muerte? No se vale que se deje este paso a los hijos y nietos. ¿Usted que piensa, estimado lector?

 

Autor

Alfonso Vazquez Sotelo

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