A LA BÁSCULA

 JULIAN PARRA IBARRA 

Un país en paz 

A la memoria de mi hermano Gerardo Parra Ibarra, quien emprendió el camino para el encuentro con el Padre Bueno, en espera que su trayecto haya estado lleno de luz, de paz y el Creador lo haya recibido con un abrazo amoroso

 A finales del siglo pasado, y después de que se habían vivido en el país momentos complicados como el estallido del Movimiento Zapatista en el primer día del año en 1994 primero, luego el magnicidio de Luis Donaldo Colosio en marzo del mismo año y el el famoso ‘error de diciembre’ al inicio de la administración de Ernesto Zedillo antes de que terminara ese trágico año para los mexicanos, en la sociedad mexicana empezó a germinar la semilla de un anti priismo que terminó por consumarse seis años después, cuando el entonces invencible PRI perdió en el 2000 por primera vez la presidencia de la República.

Quizá no era la mejor opción para nuestro vapuleado México –y el tiempo terminó por confirmarlo-, pero la gente veía en la persona de Vicente Fox, un ranchero, ex vendedor de Coca Cola y que venía de ser gobernador de Guanajuato, la esperanza de un cambio en este país. Su estilo ranchero, malhablado, dicharachero cayeron muy bien entre el electorado, porque además ofrecía sacar al PRI de ‘Los Pinoles’ y aplastar con sus botas vaqueras a las tepocatas y las víboras prietas.

Primero en su partido y luego el mundillo de la política, desestimaron al alburero ranchero guanajuatense, y cuando menos acordaron, ya los había rebasado a todos; en el PAN intentaron reaccionar para evitar su candidatura, pero cuando lo hicieron Fox había crecido tanto ya, que no les quedó otra que postular su candidatura y, ya encarrerado, se llevó entre las espuelas a Francisco Labastida Ochoa, el primer candidato priista en perder la Presidencia de la República.

Fox se convirtió en una terrible decepción, y al suyo, le siguieron los sexenios del panista Felipe Calderón y del priista Enrique Peña Nieto, estos dos últimos sumieron al país en una espiral de violencia que todavía hoy no termina y no se le ve para cuando. Hartos de las condiciones actuales del país, la película parece repetirse, y la masa visualiza ahora a Andrés Manuel López Obrador como la esperanza de alcanzar, ahora sí, un cambio que le permita al país sacar la cabeza y tomar una bocanada de oxígeno puro.

En el trámite de las ante, las pre, las inter y las campañas, colocan al tabasqueño como quien tiene las mayores posibilidades de ser el próximo presidente de nuestro país. Atizado en gran parte por los gobiernos sucesivos de Fox, Calderón y Peña Nieto, una gran parte de los mexicanos rechaza todo lo que huela a PRI y a PAN. Otra buena parte -por sus propias convicciones o influenciados por las campañas negras-, lo ven como una amenaza para México porque creen que va a convertir al país en otra Cuba o en otra Venezuela. A AMLO lo comparan con Fidel Castro, Hugo Chávez, Nicolás Maduro o Evo Morales.

El ambiente político-electoral de nuestro país está muy crispado sino es que totalmente confrontado, y uno de los sectores que más colaboró en atizarle al fuego, fue el empresarial e incluso algunos de ellos giraron instrucciones a sus empleados en factorías, fábricas y plantas a no votar por Andrés Manuel, y se dieron casos –algunos reales y otros producto de noticias falsas-, en que la amenaza fue más lejos: que si Andrés Manuel llegaba a la presidencia, cerrarían sus puertas y los trabajadores se quedarían sin empleo.

Empujados por lo que se muestra como cada vez más real la posibilidad de que AMLO llegue a la presidencia, empresarios y candidato que habían tenido severas confrontaciones, al parecer fumaron ya la ‘pipa de la paz’ durante su encuentro el lunes pasado. Algunos que están como la gata flora, y que antes criticaron a las dos partes por el gran encono que exhibieron mediáticamente, ahora dicen que Andrés Manuel fue a rendirse ante el empresariado porque sabe que los necesitaría en el futuro si llega a la Presidencia. Quien quiera que llegue por supuesto que va a necesitar trabajar de la mano con el empresariado, pero también éstos saben que quien llegue, tienen que trabajar de la mano con el siguiente inquilino de Los Pinos –aunque Andrés Manuel dice que él no viviría allí-.

Si todo parece ser que las cosas se darán como aparecen ahora, lo mejor es empezar a restañar heridas y raspones, tender puentes de comunicación, añadir una altísima dosis de prudencia y cordura de todos los actores. Nadie queremos tener un país más dividido que como está ahora. El ‘día después de mañana’, el 2 de julio, quien haya ganado las elecciones, todos los mexicanos nos levantaremos a estudiar o trabajar según sea el caso, pero ojalá lo hagamos en un ambiente lejos del encono, del pleito, del odio, porque “hay campañas que por su tono, dividen irremediablemente a una sociedad (…) y dejan grandes resentimientos que solo el paso del tiempo logra restaurar” (El arte de la guerra electoral, pp. 22 y 24). Y todos queremos un país en paz.

 

parrai.julian@gmail.com

 

@JulianParraIba