SOMOS LO QUE HABLAMOS

HÉCTOR A. GIL MÜLLER

Las conversaciones generan organizaciones, eso implica que nuestro discurso nos construye. Es atinado observar que son los dichos y coloquiales expresiones las que determinan nuestro entendimiento de lo que nos rodea. Bien expresó Umberto Eco; “la per-cepción de cada quien es la realidad de cada cual”. Entonces, ¿Cómo es la realidad del mexicano?

La paremiología es la ciencia que estudia los dichos y refranes. Como dijo Gabriela Mistral, he visto muchas cosas por aquello que ve mucho el que camina, por más distraído que sea… y he observado que nuestra cultura cuenta con ciertos dichos que construyen nuestra óptica, educativa y empresarial. Además del código interno, entendible solo para los participantes de una organización, todos poseemos un código colectivo, resultado de nuestra interacción, a él ajustamos nuestro comportamiento.

Una aciaga frase “déjalo, ya mañana será otro día” no expresa lo que muchos lingüistas opinan; la esperanza mexicana, expresa un afán por trasladar la responsabilidad a alguien más. No evoca esta frase la vocación por corregir lo actuado por nuestros propios méritos y esfuerzos, no evoca la vertical que nos debe guiar que es el oficio bien cumplido, evoca e inspira que no debe nada quitarte la tranquilidad del sueño, quizá esa sea la felicidad del mexicano, el sopor y falsa esperanza que sin nuestro esfuerzo se repare todo.

Contradice a aquel que invita siempre al trabajo “a Dios rezando y con el mazo dando”. También comunicamos que “la oportunidad la pintan calva”, para referirnos a que será la suerte, (que no entendemos como la reunión de la capacidad y la oportunidad) un encuentro fortuito y sin advertencia, y sin posibilidad de asirla de su cabello (por más machista que esto suene), al éxito de nuestro destino. Es decir, no concebimos el éxito como un proceso, sino solamente como un suceso.

“Más vale malo por conocido que bueno por conocer”, apuntó Andrés Oppenheimer que esta conformista sentencia resultó un incentivo para la inversión cuando China pregonaba su mercado laboral barato. Pero el abaratamiento no genera lealtad, la rotación era pesada en las empresas ubicadas en el asiático continente, y sin embargo esa conversación permitía al trabajador mexicano mantenerse en su trabajo, desechando incluso mejores ofertas.

Es un principio de la comunicación la claridad, el receptor debe recibir el mensaje del emisor, con la intensidad, intensión y referencia que este supuso, pero no ayuda mucho el ambiguo cuarto tiempo de nuestro argot. El “ahorita” se utiliza para el pasado, presente y futuro. Esta mexicanísima palabra, que agobia a cuanto extranjero pretende comprenderla, nos ha llevado a perder claridad y dejar la instrucción en la ambigüedad.

Si yo pudiera eliminar algunas palabras de nuestro vocabulario, empezaría por el “ahorita” que confunde y enseña la tranquilidad de la confusión, el “mande” que no expresa educación sino sometimiento y el “esque” que se usa como afirmación cuando en realidad es una justificación.

 

Yo soy Héctor Gil Müller, y estoy a tus órdenes.