READY PLAYER ONE

VICTOR BORQUEZ NUÑEZ 

READY PLAYER ONE

 

El último filme de Steven Spielberg funciona por acumulación de datos, excesos de cultura pop y homenajes al propio cine, descuidando lo que alguna vez fue el sello de su estilo: la emoción. Esta película puede ser un entretenido juego antes que un filme maduro de un director que, por sus años, su trayectoria y aporte al séptimo arte, debería ser capaz de entender que la esencia de este arte es más que la suma de sus partes.

Cada vez queda más claro que existen dos Steven Spielberg: uno, es el director taquillero, que se arriesga a crear películas estridentes (como ésta) dirigida sin complejo alguno a los que acumulan la trivia de la cultura pop y para los que alucinan cuando el cine apela al propio cine para crear secuencias que son homenajes a sus directores y sus tópicos. El otro, es el realizador “serio” que asombra con relatos coherentes, sentidos, plagados de un estilo clásico y que conecta con los espectadores exigentes y cinéfilos con títulos como “La lista de Schindler”, “Múnich”, “El puente de los espías” o la reciente y brillante cinta “The Post”.

Lo que nadie duda es que Steven Spielberg, tuvo su época dorada, cuando era considerado el Rey Midas del cine, aunque su chispa para las películas de corte familiar se extinguió hace rato, quizás en 2005, en “La guerra de los mundos”.

Teniendo presente esto, había mucha expectación cuando se anunció que haría la versión fílmica de “Reader Player One”, ya que muchos pensaron que recuperaría su genialidad narrativa. No obstante, esta aventura, basada en el best seller homónimo, deslumbra y maravilla en lo técnico pero no es ni por cerca un gran título de un realizador que, con menos tecnología, dio piezas claves como “Tiburón”, “Encuentros cercanos del tercer tipo” o “ET”.

La historia, como resume la voz en off del protagonista, ocurre en un futuro distópico, donde las personas buscan olvidar la infelicidad de la vida real, dedicándose casi todos los días en vivir en un universo virtual denominado como Oasis, un lugar de realidad virtual donde las personas pueden ser y hacer lo que desean.

Y cuando el creador de ese universo muere, deja a modo de testamento un formidable reto: quien encuentre y logre superar tres pruebas ocultas (huevos de pascua se denomina en lenguaje de videojuegos) será el heredero de la multimillonaria empresa.

Ahí comienza la aventura del protagonista Wade Watts, quien vive oscilando entre un mundo virtual de CGI (imágenes generadas por ordenador) y el mundo real. Lo interesante (al menos para los cinéfilos) sucede en el mundo virtual, porque allí el director Spielberg despliega una cantidad de referencias increíble a la cultura pop, a la década de los ochenta y a ciertas películas que a él en particular, le fascinan, como ocurre con generoso metraje con el homenaje a “El Resplandor”, la notable cinta de terror del maestro Stanley Kubrick de 1980.

“Reader Player One” es, entonces, pura nostalgia (en algunos casos bastante prefabricada), puras referencias a la cultura pop que parte del supuesto de que todos conocen las películas o los datos que se les proporcionan para que se emocionen, saturando la pantalla con múltiples elementos que debieran resultarles familiares y, por lo mismo, darles agrado.

Así, cada generación encontrará elementos que lo motiven; desde personajes de Overwatch, la nueva Lara Croft o la propia realidad virtual, a referencias y guiños mucho más adultas que incluyen desde “regreso al Futuro”, a cintas como “Akira”, “Chucky, el muñeco diabólico”, Goro, de “Mortal Kombat”, la Atari 2600 o “El Gigante de Hierro”, y, por cierto, la guinda de la torta: toda una extensa secuencia destinada a homenajear a “El Resplandor” y, claro, si el espectador no ha visto ese brillante filme, difícilmente entenderá la cantidad de información que de allí se desprende.

Suma y sigue: en ese hiperespacio que se asemeja a Nueva York, aparece el DeLorean de “Regreso al futuro” es perseguido no solo por el Batimóvil y la furgoneta de “El equipo A”, sino también por King Kong y el T-Rex de “Parque Jurásico”. ¿Quieren más cultura pop? La película hace referencias a iconos de la cultura pop -Michael Jackson, Alien, Chucky, Duran Duran, las Tortugas Ninja, Freddy Krueger, y hasta “Fiebre de sábado por la noche”- que termina siendo tanta información que a ratos resulta sencillamente inútil.

Pero, tanta acumulación de datos, de guiños, de homenajes, termina perjudicando al filme porque, salvo la calidad de los efectos digitales (impresionantes) todo lo demás es bastante confuso, con exceso de datos y poca emoción sincera.

La película se divide en tres actos. El primero es espectacular, con velocidad, adrenalina y efectos bien controlados. El segundo, bastante inesperado y con elementos originales y el tercero, obvio, plano y predecible que no alcanza ni siquiera la fuerza suficiente en el final que debía ser grandioso pero termina siendo poco efectivo.

Curiosamente, donde menos brilla “Reader Player One” es en el desarrollo de los personajes reales, donde nadie se salva porque no tienen carisma, no hay un adecuado desarrollo de las historias paralelas y la trama familiar carece de carga emotiva. Para colmo de males, el villano es el personaje más mal delineado, porque resulta plano y rematadamente tonto. En toda esa mezcolanza solo se salva la historia del creador de Oasis que logra cierta profundidad.

¿Qué sucedió con la emoción que era la marca del cine de Steven Spielberg? ¿Dónde quedó la tensión, su estilo, su épica y su maravillosa manera de oponer el mundo infantil o juvenil con el de los adultos? Aquí pareciera que el realizador se siente presionado a demostrarle a la generación actual que es capaz de hablar en su lenguaje digital y de mundos virtuales. Pero en el camino, perdió la brújula de lo que siempre fue su sello en el cine.