MESON DE SAN ANTONIO

ALFONSO VÁZQUEZ SOTELO

¿Por qué sacamos la vuelta al suicidio?

El suicidio nos asombra, nos eriza, aunque poco hacemos para erradicarlo, y definitivamente escaso, los servicios y atenciones que tenemos estructurados en este momento para acompañar este suceso. Morir no es un evento agradable, lástima, sobre todo cuando se ejecuta por uno mismo.

Las políticas públicas que hoy desarrollamos se quedan cortas y el fenómeno sigue avanzando. Con más frecuencia topamos con la misma piedra, algo pasa, la misma escena se repite en todos los estratos de la sociedad, se nota un desgano por la existencia, el que aflora como una espuma que desborda la conducta «estándar” de nuestra sociedad.

Parece que estamos condenados a reaccionar tarde ante lo inútil del suceso, no obstante, de los agobios previos, los sujetos están indefensos y nosotros sin recursos eficaces que permitan impedir con nuestras propias manos la vida de alguien que dio el paso a ese desfiladero sin retorno. Nos lamentamos sin consuelo total cuando observamos la rigidez que la falta de atención engendra. Algo está mal en nuestra sociedad ¿Qué es? ¿Dónde quedó lo humano?

La historia del suicidio tiene sus versiones y pasajes, en algunas épocas, transitó con una cierta compasión, no había espacio para el auto inmolado ¿será el destierro acaso?, lo indiscutible es que no había compasión ni esperanza para el suicida, la cultura del miedo estaba presente, había un recelo que debíamos asumir de este fenómeno en forma consiente. Era una desgracia sin ritos ni exequias que marcaba a toda la familia.

Se decía que era una especie de locura que abrumaba al sujeto que atentaba contra sí mismo y tenía, por ello, que escapar por «la puerta falsa”. Como si la señalética existencial estuviera tan visiblemente indicada.

Todo eso era una buena y compasiva forma de decir: ¡eso no tiene remedio!, ¡pobre ese era su destino!

Esta tradición es trágica por donde se le vea, pero había algo más que quedaba como un sustrato, ¿el suicida era consciente?

¿Dónde estaría su castigo? ¿Qué los sostenía? ¿Dónde está la esperanza de triunfar?

El suicidio quizás no es trágico más que en los momentos en que se vuelve consciente. Esto se hace en dolor, impotencia cuando se presenta en toda su extensión, una condición miserable amasada con desprecio en donde la familia queda hecha totalmente añicos.

De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Geografía y estadística de México, el grupo más vulnerable de cometer suicidio son las mujeres jóvenes; sin embargo, los hombres son quienes cometen un mayor número y con más éxito, debido a que los métodos que eligen son definitivos. Ellas (las mujeres) comenten intentos menos letales con pastillas o cortes.

Cuando se consuma un suicidio, comentan los expertos, se manifiesta una especie de epidemia contagiosa de ellos, sobre todo en jóvenes.

La zona sur de Coahuila, la región fronteriza (Acuña, Piedras Negras, Nava) por su condición y actividad de trabajo asalariado en maquila, me perecen con un peligro mayor de que este fenómeno se presente. La razón es simple los reglamentarios de trabajos que presionan a los trabajadores (sobre todo en jóvenes) para determinadas conductas sin ninguna otra como posibilidad de actuación.

Lástima ordenar toda la vida, toda nuestra existencia, en función de ocho horas de trabajo, para al final de todo ello, en el mejor de los casos, con un bono económico que resulta tan insuficiente y sin valor para provocar nuestra satisfacción. Es tan absurdo toda la existencia así, que pronto deja de darnos esperanza, valor, felicidad.

Estoy convencido que la felicidad y lo absurdo son hijos de la misma tierra. Incluso son inseparables. Aunque una no nace de la otra, son historias distintas, caras de una misma moneda. La fortuna con frecuencia da un golpe de timón y no siempre ofrece la prosperidad.

¡Uff! Ahora un pepenador dio la noticia con su suicidio en Saltillo.  El quinto en diez días y, el 21 en lo que va del año.

Nada de lo que hagamos será suficiente para desalentar el suicidio, entendámoslo, analicémoslo, actuemos contra él de manera expedita. Convoquemos a todos los profesionistas en auxilio.

Coahuila tiene una línea de apoyo emocional 01 800 822 3737, atiende amenazas de suicidio, difundámosla puede salvar vidas.

¡Imaginémonos ahora que somos felices!

 

Autor

Alfonso Vazquez Sotelo