QUE SEIS AÑOS NO ES NADA

RUBÉN OLVERA MARINES 

De todos los coahuilenses que aspiran a obtener un cargo en las próximas elecciones, te sugiero poner la lupa en cinco de ellos: Jericó Abramo (PRI), Manolo Jiménez (PRI), Luis Fernando Salazar (PAN), Isidro López (PAN) y Lenin Pérez (UDC). Cada uno, junto al diputado local panista, Marcelo Torres, estará iniciando en la próxima elección una travesía rumbo a la gubernatura de 2023 en Coahuila.

Atrevido afirmar que de entre ellos surgirá el próximo gobernador. Pero de los seis, al menos dos candidatos sí tendremos. Al tiempo.

Por lo pronto, el resultado que obtengan será determinante para afianzar u olvidarse de sus aspiraciones. Si bien una derrota no les impide que en un futuro intenten recuperarse, sí que los alejará de la pole position rumbo a la gubernatura de 2023.

Coincidentemente, los seis –incluyendo a Marcelo Torres, que recién ganó una diputación local− no han perdido elección alguna.

En apariencia, también, ninguno debería tener mayores problemas para obtener el triunfo en sus respectivos distritos, alcaldía o el Senado. Sin embargo, hay un caso que, por su posición estratégica en el entramado político coahuilense y por sus aspiraciones personales, está obligado a ganar en forma contundente. Me refiero, ya lo adivinó usted, a Jericó Abramo Masso.

Como recientemente lo señaló el periodista Julián Parra Ibarra en su columna A la Báscula: “El ex alcalde saltillense, acostumbrado a los retos, aceptó y tomó por los cuernos al toro de ir en la segunda posición en la fórmula al Senado, a sabiendas en que en las tres anteriores elecciones quienes han ganado han sido los panistas, y consciente de que una eventual derrota significaría casi el final de su carrera política”…La gubernatura, por la que ha trabajado en los últimos años, se complicaría.

La sorpresa no fue que Abramo aceptara ir segundo en el orden de prelación de las dos fórmulas propuestas por el PRI para competir por el Senado. Lo que dejó pasmados a sus seguidores, es que el CEN del PRI lo haya decidido así. El aspirante de la trayectoria, de la presencia nacional, quien garantizará más votos, a quien había que cuidar como cuadro del PRI, es a él. Porque ahora dejan en el ex alcalde saltillense la responsabilidad de arrasar en Saltillo para compensar una eventual derrota del PRI en Torreón, Monclova, Acuña y la Carbonífera. Tarea considerable, porque quienes aspiran al Senado por el Frente, Guillermo Anaya y Esther Quintana, saltillense la segunda, reúnen los fundamentos para mantener lo que Julián Parra describe como la ‘jettatura’ de 18 años en los que los candidatos del PAN de Coahuila han ganado el Senado.

Y hay más. Si Abramo lograra el triunfo, el Senado no le garantiza la candidatura para la gubernatura. Hay quienes aseguran que este cargo aleja de la base electoral a quien lo ostenta. El priista quería ser, antes que senador, nuevamente alcalde de Saltillo. No lo logró, por una emprendedora razón: Manolo Jiménez.

En efecto, Manolo Jiménez se reelegirá sin mayores dificultades como alcalde de la capital coahuilense. Y para Jericó Abramo, eso significa una sola cosa: iniciar la travesía rumbo a la gubernatura, otra vez, en el segundo puesto.

A la derecha, en el PAN, la pole position no tiene dueño. Se prevé que, tanto Isidro López como Luis Fernando Salazar lleguen, por la vía de los votos, al Congreso. Tendrán que, desde ese momento, seguir los pasos de Marcelo Torres, legislador local y Secretario General del PAN, que al día de hoy, se le identifica como el “bueno” para el 2023.

Un poco más a la izquierda se ubica el aspirante a diputado federal por el Frente, Lenin Pérez.  Aunque el ex alcalde de Acuña abanderará en esta ocasión al PAN, en realidad estará fortaleciendo su propio proyecto. Se espera que en seis años el líder moral y estratega de la UDC, se las ingenie para aparecer, ahora sí, en las boletas electorales. Pero primero, tendrá que sacarle una considerable ventaja a un visible cuadro priista, el ex alcalde de Piedras Negras, Fernando Purón, su rival en el Distrito 1.

Sólo recuerda que, en política, seis años se van como un soplo de vida.

 

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